Dentro de las muchas razones esgrimidas para instaurar los torneos largos, estuvo la estabilidad de los procesos, lo que ha terminado convirtiéndose en otra falacia. Pese a que tenemos el “campeonato largo más corto del mundo”, con apenas 30 fechas para 52 semanas, las urgencias siguen obligando a los dirigentes a cambiar de entrenadores. Con gerencia técnica o sin ella.
La irregularidad ayuda, por cierto; sobre todo, la falta de identidad que muestran los responsables técnicos a la hora de delinear sus tácticas. En un certamen estrecho como el de la Primera B, se entiende que las premuras abunden, ya que el premio deportivo y económico por llegar arriba es suculento. En la serie de honor la cosa es distinta, y la sucesión de cambios que se produjo desde que se reinició el torneo es lapidaria.
Hay algunos que han sobrevivido con honores, como el caso de Ivo Basay y Marco Antonio Figueroa en Palestino y O'Higgins, que tuvieron que soportar el desmantelamiento de sus planteles tras la primera ronda, contando con presupuestos mínimos para tapar los baches producidos. Es el caso de Ribera en Audax y de Graff en Coquimbo, que pese a los altibajos han sido capaces de imprimirle un sello a su juego. Algo que pocos pueden decir.
¿Llegará Mario Salas a fin de año? Todo parece indicar que cuenta con el irrestricto apoyo de la directiva y de Marcelo Espina, su jefe directo, aunque los números de la segunda rueda definitivamente no funcionen. Algo se rompió durante el receso, y es más que evidente que la deteriorada relación con los veteranos del plantel le está pasando la cuenta. Por muy vista, la situación no sorprende a nadie en el ambiente, por más eufemismos y faramallas que se inventen para los discursos.
Sobre el estilo y los intérpretes nos hemos cansado de levantar teorías y escribir ensayos. Que para la idea de Salas se requerían otros intérpretes y cosas por el estilo que ya no vale ni repetir, porque en el análisis de Marcelo Espina cuando salió a defender el rancho siempre hubo un argumento numérico (¡¡¡estamos segundos!!!) más que táctico.
Si el “Comandante” no siente que se le mueve el piso es por varias razones. La primera, es que todo el mundo entiende que el club vive un proceso de tensión permanente desde el arranque de la temporada, acentuado por la partida de Orión, el primer borrado. El segundo, que nadie asegura que el que viene tendrá la adhesión de los referentes. Y el tercero, que la actual dirigencia acogió el proyecto generosamente y lo solidificó, asumiéndolo como propio. En Blanco y Negro decían estar para grandes cosas —el Centenario, el nuevo estadio, la infraestructura de cadetes, el proyecto 60/40 y otras cosas trascendentes— cuando se dieron cuenta, tras la eliminación internacional, que el equipo no rodaba. Eso fue recién nomás, en agosto. Y todavía no lo asimilan. Porque explicaciones (verdaderas) no tienen.