A Universidad de Chile todo el mundo le hace terapia y de la grupal, motivacional y cognitiva, con el fin de que se desprenda de los últimos lugares y escape de la incómoda posición.
Los equipos de provincia, en idénticas circunstancias, no reciben tanto apoyo sicológico ni
coaching alguno, porque se entiende que el tránsito entre categorías es parte de su sino: bajar y subir, y subir y bajar.
En Universidad de Chile, en cambio, es improbable, aunque alguna vez el acertijo fue posible y tan real como que la U descendió con todas las de la ley.
Ante el impulso de la terapia colectiva, tan voluntariosa como insistente, Hernán Caputto era un hallazgo y el entrenador ideal para una orquesta dormida que despertaba gracias al trabajo silencioso, los nuevos entrenamientos, la sicología que emplea, el don de gente y el trato en particular.
En los hechos, hasta ahora, su rendimiento es inferior al de Alfredo Arias y el equipo sigue pataleando, luchando y tratando de zafar, como todos los que están por esa zona.
Cuando se le pregunta a la gente del fútbol, la mayoría dice que no cree que la U descienda y que muy pronto saldrá de donde está, así que no ha lugar la desesperación ni alharaca. Los que lo afirman con tanta certeza, por cierto, no son de Universidad de Chile, y por tanto hay que desconfiar de juicios que disimulan deseos inconfesables, porque el fútbol, en sus esquinas oscuras, esconde una terrible verdad: la desgracia ajena es parte de la propia felicidad.
Las cosas, claro, siempre pueden ser peor.
Los tres mosqueteros a la cabeza del organigrama y el plan actual: Sergio Vargas y Rodrigo Goldberg, por fuera de la cancha, y Hernán Caputto, por dentro, sufren las de Quico y Caco, es decir, caminan por un estrecho desfiladero de penurias y angustias y desde lo alto, para más remate, se desprenden peñascos impensados.
¿Quién iba a decir que el panameño Gabriel Torres se convertiría en figura?
Y no en cualquier torneo, sino en la Copa Sudamericana, y no en cualquier partido, sino en una semifinal frente a Corinthians y en condición de visita en Sao Paulo.
Torres, con los colores de Independiente del Valle, anotó los dos únicos goles del partido y puso a su equipo al borde de la final.
¿Cómo llegó Torres al cuadro ecuatoriano?
Gracias a un préstamo de Universidad de Chile. Al panameño, en la U, no le tuvieron fe ni paciencia y para liberar una plaza de extranjero y hacer caja, lo mandaron de viaje a comienzos de julio.
Lo de Torres y su rendimiento, para la U y el 2019, qué demuestra: ¿mala suerte o no es mala suerte?
Dicen que en el fútbol la suerte no existe, así que la respuesta es otra: es como mucho.