Esto de correr tras lo que hemos de comer no ha cambiado en miles de años. Hoy ya no será mamut lo correteado, pero sí menuses. Cerca de Locarno hay una estación de tren, cuyo restorán atrae comensales de toda Europa. Hay quienes vienen desde Madrid. Y en bicicleta, atravesando media Europa de esta incómoda forma. Se come bien ahí…
En otros casos, comida y comedores viajan simultáneamente a gran velocidad. En la misma Suiza hay un “tren gastronómico” al que uno se sube no para llegar a parte alguna, sino para comer mientras se viaja con rapidez y suavidad, al mando de algún reputado chef. Mientras, claro, se contempla el estupendo paisaje alpino. También en el nocturno “
haute vitesse” de París a Barcelona se come, si no espléndidamente, sumamente bien, aunque como es de noche, no se contempla el campo francés sino la fauna de a bordo, tan interesante como bosques y sembradíos. Y el mismo fenómeno de desplazamiento simultáneo se da en los cruceros, donde el peso de las vituallas pasa de las insondables bodegas a las panzas, igualmente insondables de los viajeros que van en el paquebote solo para tragar y chupar.
Cierta vez en La Paz probamos un plato, “de cuyo nombre no quiero acordarme”, compuesto de municiones de boca secas, frías, sin encanto alguno, pero nutritivas y sostenedoras en caso de que se ofrezca arrancar para salvar la bolsa o la vida. Otrora hemos hablado de los “picnics” reales en los prados del St. James' Park, en Londres, frente al Palacio de Buckingham, para paseo y regodeo de los rizados Estuardos y sus rizadas damiselas.
El caso más digno de perpetua memoria, con todo, es el de la tortilla corredora, ejemplo de cómo una manga de ineptos sale en persecución de una inteligente tortilla decidida a no llegar al nadir de su existencia enterrada en los tripales de sus “persecutores” (como han dado en llamar los “tiras”, en su pulida jerga, a “los que persiguen”…). Recordará, Madame, que la tortilla era de papas, de esas bien armadas y sólidas, capaces de echarse a rodar sin perder la forma que, en tortillas, es perderlo todo (bueno recordarlo ahora que hay gaznápiros que piden tortillas de papas “
babeuses”). Pues bien, sorteó la heroica tortilla las garras de humanos, chanchos, perros, gatos y otra variada fauna hasta que —era su destino— se encontró de frente con una gallina, de esas de temerario desplante, que le hizo el parelé final de un solo picotón, poniendo fin a la huida como sólo una gallina puede hacerlo.
Tortilla de cebollaCorte de pluma muchas cebollas. Póngalas en la sartén con aceite de oliva. Rehóguelas lentamente 45 min, agregando algo de sal y azúcar. Hacia el final, suba el fuego hasta que adquieran tono caramelo oscuro. Bata aparte los huevos, agrégueles la cebolla, y haga su tortilla en otra sartén. Una delicia.