Corre el anillo
Los participantes se sientan en círculo, mientras un jugador atesora una moneda que desliza por las manos extendidas del resto y la deja caer en uno de ellos. Deben adivinar dónde está y se pueden establecer prendas para hacerlo más simpático.
En La Moneda varios se apuntaron, es septiembre y hay entusiasmo. Cecilia Pérez hará rodar el corre el anillo y se inscriben Larraín, Van Rysselberghe, el Presidente, Desbordes, Larroulet, Blumel, el Presidente, Ribera, N. Monckeberg, Cecilia Morel y el Presidente.
La irregularidad es evidente, pero no hay reglamento y ninguna letra chica que impida que alguien ágil que se cambie de puesto aumente sus posibilidades.
Intentan reacomodar el círculo y la vocera pide una segunda inscripción: Van Rysselberghe, Blumel, el Presidente, N. Monckeberg, Larroulet, el Presidente, Ribera, Desbordes, Larraín, el Presidente.
Cecilia Morel, por alguna razón, se retira.
El grupo aprovecha la ocasión y así termina el Corre el anillo.
La escondida
Maite Orsini, antes de salir a buscar, empezó a contar hasta 100 y de a uno en uno. La extrema lentitud permitió que los participantes se escondieran demasiado bien: Gabriel Boric, en cualquier rincón; Tomás Hirsch no vivió clandestino, pero casi; Giorgio Jackson se camufla sin dificultad; a Florcita Motuda le dan un macetero con gomero y no se sabe qué fue primero; Pamela Jiles, cuando quiere, se aplana y ausenta, y Gonzalo Winter se lo pensó tres veces y eligió bien. Después de media hora sin encontrar a nadie, Maite perdió la paciencia. A la hora se enfureció, porque lo tomó como algo personal y una burla hacia su condición de ser humano femenino. Se indignó y se fue. A la hora y cuarto salieron de sus escondites y Maite no estaba, pero apareció Renato Garín, que ya no milita en el Frente Amplio, pero sabe contar. Cuando iba en los 870 se dieron cuenta de la verdad: no entendía el juego.
Tirar la cuerda
La Democracia Cristiana convocó a dos grupos con igual número de competidores.
Los que tiran de derecha a izquierda, equivalentes a los que tiran de izquierda a derecha.
De los 13 diputados: 8 a un lado y cinco al otro.
Los cinco senadores se unieron al primer quinteto y quedaron 8 y 10.
De común acuerdo ampliaron las bases al fondo histórico.
Apareció el matrimonio Martínez-Alvear, de Comunidad en Movimiento; Ricardo Hormazábal y Belisario Velasco; también Mariana Aylwin, por Progresismo con Progreso.
11 contra 12.
Llamaron a Jorge Burgos y Genaro Arriagada, que decidieron abstenerse por principios.
Llegaron José Pablo Arellano y René Cortázar, para poner a economistas en la balanza. La suma fue 13 a 12.
Así que volvió el diputado Raúl Soto, solo para el juego, y por fin 13 contra 13.
Mal número, pero empezó el tironeo y la cuerda no era gruesa. Se cortó y todos al suelo. Ante el desastre y mientras se paraban maltrechos, Genaro habló de una señal y Burgos de una advertencia.
A Genaro le llegó una empanada, que no lo despeinó.
A Burgos le lanzaron un anticucho, pero romo.
No lo pasaron mal, tampoco bien.