Así rezaba el cartel que la tarde del 18 de agosto sobrevoló el estadio Nicolás Chahuán Nazar, montado en la cola de una avioneta: “Devuelvan la insignia”. Abajo jugaban La Calera y la U, un partido que terminaría cero a cero y que obligaría a Francisco Meneghini, el entrenador calerano, a dar explicaciones por el tercer empate consecutivo de su equipo.
“No soy ajeno al cambio de insignia ni a la molestia de la gente” diría también esa tarde “Paqui” —con esa articulación de frases tan propia de Marcelo Bielsa— sin imaginarse que menos de un mes después, de manera inopinada, lo echarían del club. No tenía una mala campaña global —sí una mala racha— y su equipo solía dar espectáculo, pero igual: la mesa directiva, compuesta por cinco argentinos (cuatro de ellos abogados), finiquitó a su compatriota de 31 años.
Es curioso que no haya ningún chileno en la plana dirigencial del club y para qué hablar de caleranos nativos. Y eso puede tener varias lecturas: la primera es buena. Después de administraciones “locales” ruinosas, los hermanos Pini, Ricardo y Sebastián, dueños del 85% de las acciones de La Calera a través de Andes Inversiones Deportivas SA, tomaron en diciembre del año pasado la posta de una gestión “foránea” que ya era exitosa, aunque tendrán que corregir la mala costumbre de mostrar sus números oficiales con retraso (este verano la Comisión para el Mercado Financiero los multó con 170 UF por eso). Los Pini ya habían sido dueños de otro equipo chileno, Rangers, y son muy agresivos en la compraventa de jugadores, una característica no tan rara en La Calera, que hace cuatro años supo nombrar a dos conocidos representantes de futbolistas como presidente y vicepresidente: Christian Bragarnik y Cristian Le Bihan. En fin.
La lectura mala tiene que ver con la decisión unilateral de cambiar la insignia, una opción costosa políticamente pues distancia a la mesa trasandina —por definición ajena a la raíz histórica de La Calera— del capital social más importante de un club: sus hinchas. Aunque han explicado que la modificación tuvo que ver con los residuos simbólicos que percola Sergio Jadue (“la imagen del club era muy mala desde la percepción exterior (...) la insignia ni siquiera estaba inscrita a nombre del club y existía una solicitud de inscripción por parte de un familiar directo de Jadue”, dijeron en un comunicado), la gente se les ha venido encima y hay incluso una asociación informal de hinchas y accionistas minoritarios que aboga por no entrar al estadio y alentar desde afuera. Y pagar una avioneta, llegado el caso.
El grupo, uno de cuyos líderes es nada menos que el nieto de Nicolás Chahuan Nazar, detesta el nuevo logo del club —la sigla “ULC” sobre un círculo blanco, con un gran borde rojo— y quiere de vuelta el antiguo —un escudo que contiene una “U” en cuya parte baja dice “LA CALERA”—, pero el reclamo no tiene que ver con un prurito estético: lo que molesta es la decisión inconsulta de tocar los símbolos del equipo. Con eso no se juega, ni aun alegando “modernidad”.
Ahora bien, ¿es cierto que Sabino Jadue, tío del expresidente de la ANFP, intentó inscribir a su nombre el viejo escudo? Pues sí, lo hizo en junio de 2018 ante el Instituto Nacional de Propiedad Industrial, aunque el 4 de febrero de 2019 se desistió y la gestión se anuló.
Apenas unos días antes de que reculara, el 31 de enero, el club había iniciado la tramitación de su nuevo emblema, asunto que cerró exitosamente hace menos de un mes y le permitirá disfrutar de su uso hasta el año 2029.
Hasta ahí todo normal, pero sorprendentemente el martes de la semana pasada el club acercó otra petición al Instituto: ahora quiere tomar control también del escudo tradicional.
¿Van a devolver la insignia los Pini?