De fútbol, es decir, de lo que se pudo observar en la cancha, se habló bien poco en la última fecha FIFA que utilizó la Roja para enfrentarse a Argentina (0-0) y a Honduras (1-2).
Claro, la “urgencia” periodística estuvo centrada en la disputa interna que viven los referentes de la selección (no es claro que aún se les pueda calificar así desde el punto de vista de los ejemplos que están dando) manifestada ella en los mensajes subliminales que se mandaron los referidos protagonistas del conflicto a través tanto de declaraciones post partidos (Bravo) y pequeñas claves fácilmente interpretables en redes sociales (Medel). Eso y la irrelevante discusión sobre quién debía llevar la jineta de capitán (como si eso fuera de vida o muerte).
En fin, más allá de la lamentación por el último resultado ante los hondureños, la agenda no permitió examinar mayormente el funcionamiento colectivo del equipo, los rendimientos individuales y la efectividad del trabajo técnico de Reinaldo Rueda.
Y hay muchas cosas qué decir al respecto.
Primero que Rueda tuvo suficiente espacio como para probar fórmulas y variables a su conocido ideario futbolístico. Sabido es que el DT colombiano privilegia la seguridad en la tenencia de la pelota en la salida (a diferencia de lo que hacía esta generación desde Bielsa en adelante donde imperaba más la velocidad) y que por ello se bajan las revoluciones al iniciar la fase ofensiva. Está bien, es la apuesta. Pero para hacerlo, hay que contar con defensores que manejen bien ese concepto y volantes que puedan replegarse para construir el circuito de salida. Y ahí hubo falencias. Díaz y Vegas, los zagueros centrales, dudaron mucho porque solo tuvieron a Baeza como apoyo constante en la recepción. Aránguiz, quien es un buen generador cuando va de frente a la jugada, no estuvo disponible para conformar este módulo. Estaba lejos. Y claro, con ello se perdió toda opción de claridad.
No es todo. Para Rueda, siempre ha sido esencial el aporte de los laterales como generadores de situación. Por ello es que en su búsqueda frenética por el reemplazante de Jean Beausejour, pensó en un primer momento en Angelo Sagal (quien jugaba en ese puesto en el Rangers de Dalcio Giovagnoli). Pero al final, se la jugó por Alfonso Parot. Y la evaluación no es buena. Si bien por momentos ante Argentina se vio sólido, parece ser que fue porque se dedicó solo a cuidar su posición. En cambio, frente a Honduras —y a pesar de hacer el gol de Chile—, mostró falencias importantes cuando se decidió a atacar: no volvió con rapidez, le ganaron una y otra vez las espaldas, y estuvo flojito en el mano a mano…
En la fase ofensiva sí que hubo un aspecto interesante. A pesar de que Chile siguió con su ya enervante falencia goleadora (¿por qué no se le dieron más minutos y en su posición central a Jeraldino?) sí funcionó el cambio de posición de Eduardo Vargas como mediapunta. Pese a que con ello pierde presencia permanente en el área, gana en posibilidades de movimiento. Vargas está en una fase de su carrera donde tiene sapiencia para elegir qué hacer, en qué momento y en qué posición. Claro, a veces eso lo hace desordenarse. Pero vaya, puede ser una buena alternativa.
Claro, todo esto importó poco o nada ante el devaneo, la locura por encontrar la llave que una el desastroso camarín que hoy tiene Chile. Pero siempre vale la pena hablar de cosas tan poco relevantes como el fútbol mismo.