Cuando era un niño, me crucé con Rudi Gutendorf en el centro de Santiago. El alemán había llegado hace poco para hacerse cargo de la selección que enfrentaría las clasificatorias al Mundial de Alemania con la poderosa escuadra de Perú, y había iniciado un trabajo marcado por la excentricidad, en un tiempo en que el concepto no era bien visto. Era, por cierto, todo un personaje.
Traía un largo historial de clubes en los cuales no lograba hacer raíces, y, para lo que recuerdo de la época, más ideas que realidades. O sea, como les pasa a muchos técnicos de hoy, vendía mucho humo. Convocó a decenas de jugadores a Juan Pinto Durán, un reducto que reacondicionó para realizar sus entrenamientos, y en alguna oportunidad, según recuerdo, acogió una practica con barro, argumentando que los partidos contra Perú se jugarían en invierno.
Gutendorf hablaba un español precario, pero correcto, y la vez que lo vi vestía pantalones pata de elefante y caminaba por Ahumada con un jockey rosado, distinguiéndose por su altura entre los paseantes.
Ya por aquella época se hablaba de Ute, su mujer, famosa por tomar baños de sol en topless en Juan Pinto Durán, aunque hay versiones contradictorias que no logré zanjar cuando me hice periodista: algunos dicen que era mientras los seleccionados entrenaban, otros que era en la soledad del recinto.
Tras ser despedido en la antesala de las clasificatorias, Rudi y Ute siguieron su periplo por el mundo hasta completar 55 trabajos en todos los continentes. Estuvieron en Botswana, Antigua y Barbuda, Nueva Caledonia, Nepal y otros destinos exóticos, hasta cerrar el ciclo en 2003 en Samoa.
Por aquel contacto breve —que no fue lo más emocionante de mi infancia en 1973— siempre tuve curiosidad por Gutendorf. Era difícil seguirle la huella, pero hace poco, en una entrevista de la revista Panenka, volvió a sorprenderme asegurando que tomaba whisky con Allende y que había abordado el “último avión antes que se produjera el golpe de estado”, lo que evidentemente era fruto de su fantasiosa manera de contar su vida y de matizar su anecdotario, lo que deja en claro que Chile fue una de las escalas más recordadas y prominentes de su carrera.
En 1997 le entregaron una condecoración en Alemania por difundir el deporte a lo ancho del planeta, pero desconozco, pese a mi obsesión, si lo acompañaba Ute.