Una de las claves del éxito en la vida es hablar tan bonito que no lo entienda nadie. Evite, eso sí, la falta de lógica (aunque emborrachar un poco la perdiz nunca está de más); prefiera el lenguaje exquisito, refinado, “exclusivo”. La técnica consiste en hacer pasar por profundo lo que es, simplemente, oscuro. La filosofía alemana es un egregio ejemplo de esta verdad, tan clara como el agua.
Por ejemplo, si Ud. no es capaz de introducir la expresión “ethos cultural” al hablar de las acelgas, presupueste cinco años adicionales en su ascenso hacia la fama. O sea, no se descubra Ud. antes de tiempo: alcachofe su pensamiento, hable para que nadie sepa que Ud. no sabe. Si desconoce una respuesta, ataque inmediatamente con otra pregunta, haga cualquier cosa, pero nunca diga “sí” o “no”.
Y así, si logra Ud. que la gente demore tres años en descubrir el significado de lo que Ud. dice, dispondrá probablemente de treinta antes de que el público en general descubra al perfecto imbécil que Ud. es. Pero para entonces ya estará Ud. jubilado y pocos se atreverán a faltar al respeto debido a sus canas. En cambio, si Ud., como tórtola incauta, habla claro, lo pillarán en breve, y quedará en la inopia a medio camino de su vida productiva.
Ergo, hable en fino. Si el gomero del
living se pone amarillo y bota las hojas por falta de riego, padece “estrés hídrico”. Si le ofrece más sueldo a la “nana” de su cuñada, se la está “fidelizando”. Arrégleselas para mencionar a Derrida cuando la anfitriona le ofrezca más torta, o a los “ídolos del foro”. Si se habla de los grafitis que desfiguran a Valparaíso, mencione la “
malaise” cultural o, si el tema es la ignorancia de los escolares, el fracaso “constructivista”. Aprenda algunos latinajos y déjelos caer con naturalidad: “
mutatis mutandis”, “
res sic stantibus” (ambos estupendos: confunden inmediatamente al interlocutor), o aluda a la falacia “
post hoc ergo propter hoc”. Si el tema es la religión, mencione “el silmarilion de sieslúis” o “la rama dorada de fréiser”. Nunca diga nada que sea claro como el agua, “vital elemento” tan desagradable como ordinario, que corre bajo los puentes, sobre el cual se hace pipí.
Sobre todo, evite el agua y su repelente claridad. Salvo en la tina del baño o en el té o en algunas sopas frías, como este gazpacho estupendo, cuyo secreto es carecer totalmente de cebolla.
GazpachoMaje bien 1 diente de ajo en mortero, pele y troce 2 tomates maduros y 1 pepino mediano (a este quítele las pepas del centro), troce ¼ de pimiento verde. Licúe todo esto. Vierta a un bol, agregue agua suficiente hasta lograr la consistencia de una sopa un poquito espesa, aliñe con aceite de oliva, sal y poquísimo vinagre. Enfríe bien y sirva con pedacitos de pan, de tomate, de pepino.