Hoy domingo es otro día para Diego Armando Maradona.
Esa es la noticia para Argentina y quizás para el mundo.
Hace una semana arribó a Gimnasia y Esgrima de La Plata como entrenador y la misión es salvar a un equipo que marcha último y mantenerlo en la división. No es fácil y hoy es su primer partido contra Racing.
Debutó en estas lides en 1994, al frente de Deportivo Mandiyú de Corrientes, perdió en el debut por 2 a 1. En total fueron 12 encuentros y apenas un triunfo, hasta que partió.
Al año siguiente dirigió a Racing y en la presentación su equipo fue derrotado por 1 a 0. Un resumen final de once partidos y dos triunfos, hasta su partida.
Entre medio fue futbolista de nuevo, por Boca Juniors, y luego, sucesivamente, entrenador de la selección de su país, de Al Wasl y Al Fujairah en Emiratos Árabes Unidos, luego los mexicanos de Dorados de Sinaloa y ahora Gimnasia, donde quiso traer a Usain Bolt, pero no fue posible.
Como entrenador nunca ha sido campeón, pero para los ídolos como él, las estadísticas no son más que papel delgado de doble hoja.
Lo recibió un estadio repleto y en un par de días se inscribieron mil socios nuevos en Gimnasia y Esgrima, donde confeccionaron una camiseta del equipo con el 10 y el apellido Maradona, que se vendió como pan caliente y crujiente: 60 dólares y 70, para socios y no socios, respectivamente.
Camina apenas porque lo acaban de operar de la rodilla derecha y es probable que siga así, porque es la rodilla, pero son tantas cosas más y por eso está como está: bamboleante, al ralentí y desatornillado.
Cuando llegó al estadio lo besó el presidente del club, el conductor del carrito de golf que lo paseó y el periodista de Fox Sports que lo entrevistó.
Habla con voz quejumbrosa, intercala historias antiguas, siempre tiene cuentas pendientes y lo primero es lo que late y está en el centro del pecho: corazón y sentimiento. Maradona es melodrama andando. Es tragedia y comedia al alimón, leyenda y esperpento, una vida excepcional rebalsada por el talento futbolístico y las debilidades humanas. Fue al Sol y volvió, tocó las estrellas, conoce el lado oscuro de la Luna, navegó por la Vía Láctea, se perdió en el espacio, ha sido meteorito y siempre diamante y carbón.
A primera vista es una persona de 58 años mal tenidos y cascados, donde ya se dibuja la decrepitud y la caída.
En el fútbol, y en tantas en otras cosas, hay que mirar dos veces, porque los dioses caídos jamás pierden su calidad divina.
Hoy es otro capítulo para Maradona. Otro día más para el Diego. Después ya se verá. Puede ser mejor o peor y no se sabe. Con ese protagonista, eso sí, el género dramático se conoce: teleserie, latinoamericana y si es Maradona es melodrama.