Después de la derrota de la Primera Guerra Mundial, Alemania se esforzó por recuperar su primacía cultural en todos los ámbitos, dándole un fuerte impulso a la arquitectura moderna. Es así como en 1918, el arquitecto Walter Gropius recibió el encargo de dirigir una escuela de arte, que él convirtió en una residencia para estudiantes y profesores llamada “Bauhaus” o “la casa del diseño y la construcción”, establecida en Weimar en 1919. El plantel docente incluía artistas de la talla de Paul Klee, Wassily Kandinsky, Oskar Schlemmer, László Moholy-Nagy y Mies van der Rohe, entre otros, junto a artesanos de enorme experiencia.
El programa básico comprendía tres años de estudios, luego de los cuales los alumnos podían proseguir especialidades de diversa duración. El concepto pedagógico era reformular la importancia de los talleres medievales, integrando artes y oficios en respuesta a técnicas y materiales modernos y estableciendo estrechos vínculos con el mundo industrial para desarrollar objetos de producción masiva. Junto con cursos de estética y diseño gráfico, la Bauhaus ofrecía talleres sobre usos y propiedades de materiales, diseño industrial y textil, escenografía. Pero, tal vez, lo más trascendente era su propósito filosófico de repensar la vida cotidiana a través de la convivencia en comunidad, un proyecto social de vanguardia, lo que daba a sus miembros un particular sentido de convicción y compromiso.
En 1925 la escuela se trasladó a Dessau, donde puso en práctica sus principios arquitectónicos con edificios de enorme impacto y trascendencia. Mies van der Rohe asumió la dirección de la Bauhaus en 1930, pero fue obligado por los nazis a llevarla a un galpón en Berlín y, apenas tres años más tarde, hostigado y aislado por el régimen, debió cerrarla para siempre. En apenas 14 años, esta escuela de diseño había cambiado radicalmente los conceptos tanto de “escuela” como de “diseño”. Más allá de la arquitectura purista y el diseño minimalista que la caracterizó, la Bauhaus significó una revolución mundial, estableciendo la disciplina como un laboratorio de ideas y la experimentación plástica y material como método.
Descendido el horror sobre Alemania, con la persecución de judíos e intelectuales de izquierda, sus miembros emigraron en una diáspora que alcanzó los confines del planeta, Chile incluido. Hasta aquí llegó refugiado el arquitecto húngaro Tibor Weiner, asistente de dirección de la Bauhaus. Aquí desarrolló proyectos entre 1939 y 1948 y participó activamente en la reformulación del plan de estudios de la Escuela de Arquitectura de la U. de Chile; pasando del academicismo del siglo XIX a la vanguardia. “Pensando el mundo de nuevo”, el célebre lema de la Bauhaus, se hacía realidad.