Hacia la mitad de la novela, el narrador en tercera persona toma la palabra y dice: “Nos habría gustado una historia menos triste, discreta, transparente”, pero, agrega, “esta no es una historia transparente: nadie ve con claridad, todos dan tumbos y se tropiezan entre ellos”. El lector podría discutir esa afirmación; la trama de la novela podría resumirse en un par de líneas, o en el titular de prensa (amarilla) que ordena el capítulo final, aunque eso podría decirse de muchísimas obras. Lo interesante es el modo en que Vlanco desarrolla el argumento; el narrador pone el foco alternadamente en los tres personajes principales y, cuando ellas —pues son tres mujeres— usan su propia voz, esos textos se muestran en columnas delgadas donde cada una se toma, en solitario, un tercio de la página. Esa estructura flexible permite que los personajes crezcan y se desarrollen, aunque siempre en la penumbra, con contradicciones, sin demasiada conciencia de lo que les está pasando. Una de las voces pertenece a Teresa, la nana que crio a los hermanos García Ruiz en una amplia casa ñuñoína; otra es la de Sara, la única que vive en Santiago y que vuelve a la casa por la perspectiva de tener un hijo (con Simón, su marido, que pronto desaparece de la escena); y la tercera de Pía, una chica joven que arrienda la pieza que iba a ser del niño.
Es una historia triste, ya está dicho, de deseos frustrados, de desencuentros, de soledades interminables en el clausurado espacio de la casona, donde circulan por igual el deseo, el desencanto y la muerte; todo ello en un relato de limpio desarrollo, que no ahonda en la psicología de los personajes, sino que la muestra a través de párrafos de sintaxis tan personal como lograda y de frases cortas que con frecuencia se acercan al aforismo: “Todo es potencialmente repetitivo. También la alegría, también el amor. De nada demasiado, diría alguien sabio a un niño”. El corazón de la historia está ahí, en el niño que Sara perdió y en el que surge inesperadamente y desata el nudo de las relaciones entre las tres mujeres. “No hay mal que por bien no venga”, repite Teresa con insistencia, y Sara la entiende solo cuando ocurre lo inesperado; ¿pero es así? ¿No está todo ya definido por decisiones previas? Sara y Pía toman decisiones que luego son arrolladas por el peso de la tradición y las reivindicaciones de la familia y la sangre, hasta que el final —este sí sorprendente— abre el relato hacia otros derroteros.
Valentina Vlanco
Editorial Cuneta, Santiago, 2019.
149 páginas.