A priori, de “Tarde de verano” —creación de Angelo Solari— se podía esperar muchísimo. Este talento de 38 años, actor y músico formado en la UC, con un magíster en Teatro Musical en Suiza, ha dado frutos admirables en la singular área a la que se volcó. En 2012 hizo “Seda”, hechizante versión de la novela de Alessandro Baricco, y en 2016 produjo el aún más excepcional programa doble “Momento/Variación”. Los dos sofisticados experimentos híbridos inscritos en lo que se ha dado en llamar “teatro compuesto”, obras que fundiendo representación escénica y música no caben en rigor dentro de uno u otro lenguaje, y son ambas cosas a la vez.
Solari ahora va un paso más allá: es la primera vez que compone una partitura escénica a partir de un texto dramático. En este caso una de las tres obras de Autor Emergente salidas de la XVII Muestra Nacional de Dramaturgia, y que esta dio a conocer en 2016 con otro elenco y otra dirección más convencional. Un riesgo sin duda, pues su materia prima no es ya una idea abstracta que pueda ser moldeada a voluntad; una dramaturgia prefija una historia y unos personajes en situaciones determinadas. Con el agravante de que este es un texto disperso en su relato y sentido; que en realidad tiene escasa cualidad dramática y cuya estructura —con tres líneas narrativas y dos estilos de escritura— requería una reorganización previa.
El elenco lo encabeza la prestigiada actriz Paulina García, ‘performer' central de “Idomeneo”, experiencia de vanguardia en una línea similar que fue uno de los estrenos importantes de la temporada pasada. En tanto, la autora, la actriz Ana Corbalán, se hace cargo de un rol.
En el verano en algún balneario, se supone nortino aunque todos tienen nombres en inglés, a una señora complicada de carácter se le han perdido sus dos perros. Un par de guardias municipales, ineptos y aburridos, la entrevistan pesquisando el caso. Una pareja de mochileros extranjeros que quieren pasarlo bien, se llevaron las mascotas. En estas secciones hay frases descriptivas y narrativas en medio de conversaciones triviales. En un tercer nivel del texto oímos el monólogo interior de los perros (¿?) que en lenguaje poético hacen reflexiones existenciales. El tono general, difuso y errático, alterna el tedio pueblerino con el aire juguetón de un cómic tan antojadizo como estrafalario.
La puesta se instala en el escenario de cuarta pared de un teatro cargado de tradición, otra desventaja. El espacio se divide en cuatro zonas. Adelante a la izquierda se ubica el rincón más teatral, la casa de la señora, con un bosquejo escenográfico; en cambio el sector de los turistas, al centro, y el de los canes, a la derecha, evocan estudios radiofónicos. Al fondo, dos músicos y dos cantantes, que hacia el final vocalizan fonemas, letras ininteligibles.
Así las cosas, la entrega despierta más bien desinterés o perplejidad; sus giros humorísticos no dan nunca en el blanco. En vez de que sus medios expresivos confluyan armónicamente hacia un fin y un sentido específicos, estos interfieren entre sí. Por cierto, las dotes de Paulina García no eran útiles para una experiencia como ésta.
Sala Antonio Varas. Miércoles a sábado a las 20:00 horas. Hasta el 14 de septiembre.