El debate sobre la diversidad de género e igualdad de derechos para todos ganó fuerte presencia en la esfera pública y privada. Ello, en confluencia con la invasión en nuestra escena del nuevo teatro documental y la performance, hacía fácil prever que pronto aparecería en cartelera una propuesta radical como “Demasiada libertad sexual los convertirá en terroristas”. Se dió durante todo junio en la sala de la U. Mayor, y ahora se repone en el circuito más comercial.
Toma prestado su título de un breve ensayo sobre permisividad sexual escrito en 1972 por Pier Paolo Pasolini, más recordado como cineasta, pero también escritor y filósofo de prestigio. La escribió y dirigió Ernesto Orellana, quien tras algunos montajes notables —“Los justos”, “Inútiles”— más convencionales, pero siempre de corte provocativo y trasgresor, derivó en los últimos años a un registro más abiertamente de agitación antisistémica.
Definida por su autor como “performance-conferencia”, pone en escena a cinco personas-personajes de entre 20 y 30 años, pertenecientes a minorías excluidas, activistas además por los derechos en su área: una trabajadora sexual, un actor con VIH, otro actor travesti, una lesbiana trans y una obesa mórbida, esta última la única sin formación actoral. Ellos están allí, se informa, para participar en una mesa redonda en la cual expondrán por qué su sola presencia desencadena el rechazo y los mecanismos prefijados de marginación social que incluyen la muerte. “Todos estamos en peligro”, dice citando a Pasolini, asesinado por homosexual, y también evoca a Nicole Saavedra, una de las víctimas mortales de homofobia en Chile.
Puede que en la hora 40 que se toma, la entrega sume demasiadas aristas del tema, como intentando arrojar con impotencia todo lo que hay que decir porque no habrá otra ocasión. Cada cual tiene su monólogo con texto propio y se provee un tramo de diálogo con la platea, pero el meollo radica en la sesuda argumentación teórica a partir de pensadoras feministas y el manifiesto político disidente. En el remate, ya que los hablantes se mostraron sin tapujos, hay un desnudo total. El lenguaje suele ser duro y a ratos despliega imágenes de promiscuidad sexual como otra forma de provocar.
Cierto que el resultado merece objeciones desde un punto de vista artístico-teatral. Pero atendiendo a su propósito, éstas carecen de valor. Que no conduzcan a error los pasajes más livianos, como la presentación de los personajes, por ejemplo. Esta no es una obra cómoda, testimonial ni catártica, no hay en ella emoción. Es una propuesta de nicho, destinada a espectadores que se reconocen en algún sentido diferentes, a quienes expone y demuestra a veces con tono didáctico y hasta panfletario, el por qué han sufrido y sufren exclusión.
Da cuenta del prejuicio naturalizado al interior de la familia, de que éste se construye a partir del lenguaje mismo y de cómo el pensamiento dominante impone la determinación binaria de sexos. Notable es el pasaje que brinda una representación trans de la escena climática de “Casa de muñecas”, de Henrik Ibsen, en que una esposa hace más de un siglo declaró su libertad del yugo. Así la jornada se convierte en lugar de encuentro, y debe percibirse como un grito de guerra contra la norma heterosexual que solo produce injusticia, inequidad y dolor, la conclusión final.
Mori Recoleta. Jueves a sábado, a las 21:00 horas. Hasta el 14 de septiembre.