Daniel Escudero, centrodelantero de Everton, fue goleador en 1964 y con 25 goles.
En ese entonces existía el programa “Fútbol en La Magallanes” con auspicio de shampoo Baycol y con Nicanor Molinare de la Plaza como director y Sergio Livingstone de comentarista.
Lo único que permanece, porque radio Magallanes se acabó un 11 de septiembre de hace 46 años, es el exjugador de 77 años con un apodo que continúa entre las viejas amistades, pero que es políticamente inadecuado: Negro.
La Agrupación de Ex Jugadores de Everton, con sede en la población Gómez Carreño, bautizó su cancha sintética con el nombre del goleador de 1964, y en 1965 no se dieron las cosas, porque perdió un penal con Magallanes y prometió nunca más lanzar uno, y en la última fecha frente La Serena tuvo una segunda ocasión, pero no quiso romper la promesa y las cosas quedaron como quedaron: Héctor Scandoli, el argentino de Rangers, 25; y el Negro 24.
Sumando y sumando, en todo caso, es el goleador histórico de Everton con 123 goles.
Su padre fue suboficial del Ejército en el regimiento Coraceros y en el enorme recinto, que estaba al final de avenida Libertad, existían cuarteles, casas, una gruta y una jaula con un cóndor. Estrecha e incómoda para un pájaro triste y ensimismado por una suerte y jaula que hoy, por cierto, serían políticamente incorrectas.
Nada de lo anterior está en pie, excepto la gruta, con bancas para los devotos, velas usadas, placas por el favor recibido y una pequeña piedra del Monasterio de Lourdes, que llegó desde la ciudad francesa de Lourdes, al lado del río Po. A ese lugar acudió un periodista deportivo chileno y trotamundos cuando rogó por recomponer una relación amorosa, y como el agua era bendita y sanadora, se compró un bidón de dos litros, a lo menos. Digamos que la reconciliación era de las complicadas y necesitaba un milagro, pero de los grandes. Digamos más: le resultó.
El Negro Escudero cuenta otro milagro, en verdad lo hace a cada rato y si no es él, será un conocido, porque es de los cuentos inmortales.
En Sausalito y en mayo de 1962, antes del Mundial, Brasil necesitaba entrenarse en serio y el rival fue Everton. Manuel Rojas, el 8, le hizo un túnel a Djalma Santos, y después centró, para que Escudero ingresara como rayo azul y le convirtiera, en el arco del Cerro, un gol de oro a Gilmar. Así partió:1 a 0. El resultado final fue distinto. En fin.
Esta historia alguna se contó en esta columna, pero ahora se incluye un extra artístico y otro geográfico: el túnel al afroamericano y la posición del arco.
En el fútbol hay cosas que se deben contar, repetir y nunca olvidar.
Los ejemplos son infinitos, a Dios gracias.
Este es uno de ellos: el Negro Escudero.