Desde las Parcas, Ariadna y Penélope míticas, pasando por las realidades de Paracas, la Reina Matilde y el Unicornio, los tejidos siguen hasta nuestra época creando obras de maravilla. Precisamente, ahora, se da al público santiaguino la oportunidad de visitar tres exposiciones con el hilo como héroe mediático. Nos referiremos primero a dos de ellas. Una corresponde al artista conceptual brasileño Cildo Meireles (1948), muy bien conocido en el ámbito internacional por sus originales e inmensas instalaciones. Lo que está presentando el Centro Nacional de Arte Contemporáneo —ex puerto aéreo de Cerrillos— es también un trabajo que inunda ese renovado local. Así La Bruja (1979-1981), representada por la escoba —instrumento suyo característico— derrama la negrura de sus hebras desde el segundo piso del edificio, ya cual limitada corriente acuática inicial, ya convertida en torrente sobre muros, terrazas, escaleras, torreón central, fachadas y explanadas exteriores; ya como masa informe sobre los suelos internos o apiladas junto a ciertas murallas. Al recorrer la obra, una sensación siniestra se va apoderando del visitante, intensificada por las inseguridades de equilibrio que causa el pisar su enredado material.
Asimismo La Bruja acepta albergar dentro de sus recodos otros dos trabajos: Volúmenes virtuales (1968-1969) y Mebs y Caraxia (1970-1971). Formalmente sencillo resulta el primero, consta de dos paralelepípedos verticales grandes, reducidos a sus perímetros respectivos que delimitan nada más que el hilo —negro y rojo—. Poseen ambos cuerpos geométricos la particularidad de rematar en cuadrados irregulares. El segundo aporte es una experimentación que traduce en sonido un gráfico y un dibujo determinados. Él nos parece más bien una curiosidad que nada agrega al atractivo de la estupenda instalación. Un documental sobre la labor del expositor completa esta primera visita del autor a nuestro país.
Multicolores lanas colgantes invitan a ingresar en la Sala Chile del Museo Nacional de Bellas Artes. ¡Y bien vale la pena hacerlo! Son 28 trabajos de las Bordadoras de Isla Negra, ejecutados entre el final de los años 60 y el inicio de la década del 90. El conjunto merece el honor de considerarse, plenamente, arte ingenuo. Así sus autoras, carentes de todo estudio académico, solo se dejan guiar, a través del propio instinto, nada más que por la despertada necesidad de manifestar su personal mundo interior. Hilos y agujas dibujan, pintan sobre los soportes de saco harinero una imaginería variada, cuya inventiva maravillosa interpreta el entorno con frescura primaveral. No importa que su desconocimiento de la perspectiva, de las proporciones, de la composición, de la armonía cromática produzca visiones deformes que, al comienzo, parecen salidas de mano infantil. Al contrario, esa aparente traducción incorrecta de la realidad refuerza su espontaneidad, su encanto peculiar.
La obra de fecha más antigua presentada (1969) corresponde a María Luisa Álvarez. A ella, recién fallecida, se rinde homenaje mediante la exhibición de varias realizaciones suyas. Vemos en ese primer bordado, cuya simplicidad iconográfica muestra la escena marina de un buzo cazador de jaibas, el tránsito posterior hacia una mayor complejidad formal y sobre todo hasta un expresionismo desbordante: Pelea de gallos, de indudable fecha posterior. Por su parte, Inés y Tránsito Díaz entregan un amplio tapiz. Recoge una multitudinaria escena de Puerto y plaza de San Antonio, donde cada personaje ejerce una función. La instintiva y particular perspectiva del cuadro sigue el giro provocado por el movimiento del soporte sobre la falda de la autora. Entretanto, Inés en solitario ejercita similar punto de vista simultáneo: su dinamizado Cerro Santa Lucía privilegia lo ornamental y un vibrante rosado eléctrico.
Lo contrario a las dos telas anteriores resulta el armonioso efecto de equilibrio que emerge de Florencia Canelo, en Mi casa y la efectividad de sus azules. Entre los tapices con el tema floral destaca el monumental Florero azul con mariposa y picaflor revoleteando, de Luz María Álvarez. Por un instante sentimos emanar de él cierto dejo onírico, acaso remota coincidencia sensorial con igual asunto del francés Redon. También se integra a lo más atractivo del conjunto Narcisa Catalán. Su individual Almuerzo, dentro del inesperado mantel geométrico, ofrece la ilusión de una mesa bien provista, escoltada por el infaltable retrato familiar y un par de enredaderas comestibles. Tampoco falta el tratamiento de algunos asuntos bastante alejados del diario vivir de Isla Negra. Destaquemos entre ellos la risueña escena con esquiadores en Farellones.
Cerca de lejos
Representativa instalación del gran brasileño Cildo Meireles
Lugar: Centro Nacional de Arte Contemporáneo, Cerrillos
Fecha: hasta el 15 de septiembre, con posible postergación
Bordar el desborde
Recordatorio, 50 años después, de las estupendas Bordadoras de Isla Negra
Lugar: Sala Chile del Museo Nacional de Bellas Artes
Fecha: hasta el 24 de noviembre