Una muchacha pregunta acerca de los plazos y los costos de un aborto. Le preocupa, en particular, si el embrión está vivo y si tiene alma. Una voz de mujer —una doctora o una asistente social, presumiblemente— responde a sus dudas con perfecta claridad técnica, sin asomarse a las materias de la fe. La mujer nunca se ve. La cámara se abre y permanece en un prolongado primer plano sobre la joven Zahira (Lina El Arabi), de 18 años, hija de una familia paquistaní radicada en Bélgica, que ha quedado embarazada de un novio paquistaní.
Contra lo que puede parecer, nadie está en contra del aborto: ni el novio, ni los padres, ni el hermano y confidente de Zahira, Amir (Sébastien Houbani), el único ante quien expresa su inquietud porque lleva en su vientre “a un paquistaní y un musulmán”. Que Zahira interrumpa el embarazo no es el problema para nadie, excepto, vagamente, para sus sentimientos religiosos.
El problema es otro. Según la tradición de sus padres, Zahira está destinada a casarse en un matrimonio convenido por ellos con otra familia paquistaní. Como máxima concesión a su libertad personal, se le permite elegir entre tres posibles prometidos que conversarán con ella a través de internet. Todo el resto pertenece a las familias.
Zahira no es atea ni agnóstica; conserva la fe musulmana de su familia. Va a un colegio belga y tiene amigos belgas, y de allí parece obtener algunas de las libertades que se da respecto de la tradición ascética que su familia reserva a las jovencitas. Pero la principal de todas —la negativa a contraer un matrimonio “por arreglo”— nace de su propio sentimiento de injusticia, ese arrebato de individualismo que su hermana Hina cree doblegar con un pragmatismo incontestable.
La boda es el tercer largometraje del periodista y cineasta belga Stephan Streker. Está filmado con un ostensible propósito de objetividad. El punto de vista está más cerca de Zahira, pero cada lado expone sus motivaciones, cada personaje tiene su momento de expresión, cada instante está tratado con una distancia casi milimetrada para evitar toda contaminación emocional. Por ejemplo, los dos momentos en que el padre recibe la noticia de la rebelión de su hija: en el primero, la cámara se queda en un extremo del
living hogareño, lejos de los detalles; en el segundo, permanece fuera del almacén familiar, y un breve movimiento la aleja de la mampara.
La boda es la disección de un choque cultural y una tragedia familiar sin bordes. Si hay algún humor, es seco, estricto. Si hay pasión, no está en la pantalla, sino (quizá) en el público que puede tomar partido. Es un cine riguroso, racionalmente imparcial, lo que también quiere decir que está sometido a los supuestos de una parcialidad implícita, acaso la de Occidente, acaso la de una idea también estricta de la libertad personal.
NOCESDirección: Stephan Streker.
Con: Lina El Arabi, Sébastien Houbani, Babak Karimi, Neena Kulkarni, Alice de Lencquesaing, Olivier Gourmet, Zacharie Chasseriaud.
98 minutos.