A Chile le costó cien años ganar un título oficial a nivel de selección. Lo logró hace menos de un lustro y gracias a un contingente que hace esfuerzos por mantenerse en la cima. Las noticias tras la Copa América son alentadoras, pues Alexis Sánchez encontró una salida para su millonario calvario de Manchester, Arturo Vidal se mantiene en el Barcelona pese a los rumores y Claudio Bravo recuperó su forma y, como era lógico, fue convocado nuevamente a la selección.
Es alentador que nuestra fuerza defensiva haya vivido también un
upgrade. Paulo Díaz se vino desde el medio oriente a River Plate, Erick Pulgar pasó a un grande de Italia, la misma liga a la que retornó Medel y Maripán se radicará en Mónaco, un cuadro que vivió tiempos mejores, pero que sigue siendo un club de prestigio. Es decir, la base gruesa de la Roja goza de buena salud.
Eso es importante porque las clasificatorias comienzan en meses y la obligación es alta. La lucha por los cupos en el continente no admite errores, como quedó dolorosamente demostrado en el camino a Rusia. Es bueno recordarlo, porque muchas veces se les olvida a los propios jugadores, que prefieren mantener una reyerta ordinaria y desgastante por sobre los intereses colectivos.
Reinaldo Rueda, en su estilo, ha decidido dar un paso nominando a Bravo para esta fecha, pero prescindiendo de Vidal y Medel, lo que otra vez nos deja en el limbo. Aclaró el colombiano que al capitán lo nomina él, lo que supone que el grupo no será sometido al estrés de una votación que puede dejar nuevos heridos. Y, de paso, nos dice que el quiebre está radicado en ese pequeño núcleo, porque al resto la presencia del portero les da lo mismo, aparentemente.
Como el tema nos tiene hartos, y como intuimos que la solución es simple y pasará por atribuir culpas a terceros (la prensa, seguramente) sería saludable que este primer paso derive en otros más antes de marzo del próximo año, para lo cual sería saludable que un grupo tan extraordinariamente talentoso, fuera capaz de madurar y entender que lo que han provocado en los últimos dos años es un papelón indigno de sus jerarquías y el rol que han jugado en la historia.
Que en esta nómina se haya prescindido de aquellos que están adaptándose a sus nuevos clubes es una medida que se entiende, aunque se discute. Hay un montón de jugadores —en América y Europa— que cambiaron de dirección sin que ello significara renunciar a sus selecciones en esta pasada. Pero se acepta, aunque el rival sea tan calificado y con tanta historia reciente como Argentina. Hay un prestigio que defender y formas que no nos gustaría perder.
No logro entender que otra vez no estén Fuenzalida y Puch, y asumo que los de la U pagan el precio de una pésima campaña. Entiendo que los veteranos —por muy bien que anden— ya no sean considerados en la antesala de las clasificatorias, y que Rueda valore más otros campeonatos que el chileno, al que cuesta defender. Pero, seamos honestos, esta cantinela del camarín ya lleva demasiado tiempo para ser tolerable. Más aún para gente que ya sabe que está grande.