La atención del fútbol chileno hoy ofrece focos variados. El clásico entre la U y la UC encabeza las miradas, aunque lo que suceda con Colo Colo en su visita a Palestino generará consecuencias.
Vendrá también la nómina de Reinaldo Rueda para los partidos de la selección nacional frente a Argentina y Honduras, donde el nombre de Claudio Bravo marcará la pauta. El futuro de Alexis Sánchez será tema y la Primera B mantendrá la expectativa por el equilibrio de fuerzas y el formato.
Es la agenda de un medio que aún no calibra la presencia de un oficial de cumplimiento en la ANFP. Un cargo que surgió en la administración de Arturo Salah y que el domingo pasado, en La Tercera, irrumpió en carne y hueso. El abogado Miguel Ángel Valdés es el encargado de impulsar y velar por las buenas prácticas en la corporación, de acuerdo a lo trazado en el plan estratégico aprobado por el Consejo de Presidentes y los lineamientos establecidos por la Conmebol. Una tarea compleja por la cultura organizacional del fútbol local.
En palabras simples, durante décadas reinó el “apichangamiento”, esa creación del argot futbolero que definió el método del echarle para adelante y arreglar la carga en el camino.
Una tarea ardua con un desafío gigante: implementar nuevos estatutos, acordes a la realidad jurídica de las sociedades anónimas deportivas, pero también de estos tiempos, que exigen transparencia, eficiencia y proscripción del amiguismo.
Cuesta creer que los protagonistas del Consejo de Presidentes limiten su marco de acción. Valdés necesita de los organismos internacionales, en especial la FIFA, y el Estado. Para nadie es un misterio que el mayor riesgo que enfrenta el fútbol chileno radica en la propiedad de los clubes. Como graciosamente comentaba Ricardo Abumohor, ex presidente de la ANFP y timonel de O'Higgins de Rancagua, para tener un club no se exige ni papel de antecedentes….
No es sano ni aceptable que los empresarios de jugadores sean propietarios de uno o más clubes, como sucede con Magallanes y Santa Cruz. Tampoco que
factorings manejen cuadros de forma simultánea, como ocurre con Deportes Antofagasta y Rangers. Menos que no exista claridad sobre la ligazón de instituciones, como ocurre con Unión La Calera y San Luis de Quillota. En la misma línea, las asesorías de representantes, con rumores o evidencias de propiedad encubierta o al menos injerencia en la operación de los cuadros, no son admisibles. Salvo en Chile, donde una buena escritura en una Notaría afirma la estantería y legitima a los palos blancos.
El abogado Valdés dispone de la oportunidad de apuntar al meollo de nuestro subdesarrollo, a la matriz de la desconfianza que existe sobre una actividad, que luego del huracán de corrupción ocasionado por Sergio Jadue y el proceso de normalización institucional del directorio anterior de la ANFP, aún ofrece flancos débiles y dirigentes en cargos clave que no están a la altura de las circunstancias. Si avanza, el futuro es alentador. La historia y el peso de la estructura, de un sistema que opera con la lógica del nadie más juega, nos hacen dudar.