¿Es Araña una historia no oficial de Patria y Libertad o es más bien la historia del amor tormentoso de una mujer con dos hombres? Y la araña, ¿es una referencia literal al símbolo de ese grupo político o una alusión metafórica a la conducta de la protagonista? Y, en otra dimensión, ¿es un relato sobre la sociología violenta de la ultraderecha o la remembranza de un pasado juvenil que se quiere enterrar?
La ruta fácil es decir que se trata de todo eso. Pero no es tan así. La joven Inés (María Valverde), ganadora de un concurso de belleza en 1971, es la novia de Justo (Gabriel Urzúa), militante de Patria y Libertad, cuando conoce a Gerardo (Pedro Fontaine), un exrecluta de la FACh expulsado por violento. Los tres entablan una amistad tormentosa, mientras el país entra en la época de la Unidad Popular. Los une menos la política que una clase alta exaltada, rabiosa y con miedo.
Cincuenta años después, Gerardo (Marcelo Alonso) sigue siendo una conciencia estragada por la violencia. En cambio, Inés (Mercedes Morán) lleva una vida cómoda y ordenada, en la que la felicidad ha dejado de ser una motivación. La reaparición de Gerardo introduce una perturbación insufrible.
El relato alterna los años 70 con los actuales, siguiendo la dinámica de la escalada: mientras aumenta en violencia el drama de juventud, crece también la amenaza del pasado
ad portas de la vejez. Esa decisión narrativa crea un vínculo de causa y efecto entre el pasado y el presente: los actos de hoy se explican por los de hace medio siglo. Más aún, nadie ha cambiado mucho: ni Gerardo en su ferocidad, ni Justo en su desquiciamiento, ni Inés en su fogosidad. El tiempo solo ha sido deterioro físico.
De modo que se trata de personajes condenados. Primero, a la extinción política (aunque la película parece creer que triunfaron). Segundo, a la cárcel siquiátrica, sea un hospital o una casa elegante. Tercero, a la destrucción familiar. Y por último, condenados a repetirse. No cabe ni un soplo de libertad, ni para los personajes ni para el espectador. Desde luego que Inés es el pivote emocional y por lejos el personaje más interesante de la película, pero ¿qué puede ocurrirle sino avanzar hacia donde siempre ha ido, la monstruosidad disfrazada de orden?
Esta asfixia en
Araña nace del esfuerzo por abarcarlo todo —la ultraderecha, los sabotajes, el paro del transporte, el asesinato del edecán naval, una fuga en avioneta—, que por demasiados momentos se toma la pantalla. Y además es un esfuerzo que consiste en una gran cantidad de licencias sicológicas, políticas e históricas. Se inscribe en esa rara forma de cine elusivo, alegórico, que se ha venido instalando en el cine chileno con bordes políticos, donde no hay hechos históricos sino hechos parecidos a los históricos, que evocan algo que ocurrió pero no son lo que ocurrió. No digamos que es un modelo liberador.
ARAÑADirección: Andrés Wood.
Con: Mercedes Morán, María Valverde, Marcelo Alonso, Pedro Fontaine. 120 minutos.