“Cuando seas grande”
—“¡Ahora que eres grande!”
Esa expectativa que llena la infancia de fantasías respecto de cómo será el futuro, ese futuro en que ya no podamos ser descalificadas como infantes no aptas para tanta información y tantas acciones que nos parecen fascinantes o arriesgadas, lleva a caminos diversos.
Al comienzo ser grande es una aventura y para muchos, muy luego, una restricción de la libertad. ¡Hay tantas obligaciones!
Y no siempre la libertad soñada.
Esto es particularmente así para las mujeres en algunas partes del mundo y para todas las mujeres/madres, porque somos las que parimos, luego de nueve meses de cambios, no todos gratos. Y luego amamantamos y luego infinitas obligaciones. Algunas gozosas; otras, no tanto.
Dice el Quijote que nada hay menos poético y mas inútil que “disputarnos por islas en vez de encrucijadas.” Porque no hay épica. Eso pasa con las mujeres: ya no reconocen las encrucijadas, a fuerza de disputar por islas. A veces, las islas son el camino que lleva a encrucijadas. No siempre. Aun hoy, muchas mujeres temen la libertad en ese punto.
Seamos honestos, ninguna persona —hombre o mujer— es libre de las restricciones que impone la cultura en que viven, la profesión que ejercen, la clase social a la que pertenecen. Pero aún en ese contexto, las mujeres tienden a tratar cada crisis como isla y no como encrucijada. O al revés. Los hombres, en cambio, son más libres y tienen un horizonte más amplio. A las mujeres, hacer cambios de fondo las asusta mucho. No saben que las encrucijadas son positivas para ellas y los suyos.
Hoy se habla de cambio 2, de renacer, de empezar una nueva vida. No es eso lo que podemos hacer. Si tratamos los desafíos como islas, haremos cambios que durarán poco y no vendrán del fondo del corazón. Las encrucijadas en cambio nos llevan a preguntas serias, verdaderas y de la vida que queremos construir para nosotros y los nuestros.
No nos quedemos en la cancha chica, porque vamos a repetir el cansancio y la depresión que nos asecha. Vamos a la cancha grande.