“Araña”, el séptimo largometraje de Andrés Wood, bebe directamente de “Machuca” (2004), su cuarto. En este, un personaje secundario participaba en la manifestaciones contra el gobierno de Allende, fanfarroneaba con un linchaco y parecía pertenecer a Patria y Libertad, movimiento nacionalista formado durante la UP y liderado por el abogado Pablo Rodríguez Grez. Ahora, Patria y Libertad está en primer plano. “Araña” da cuenta de tres de sus integrantes, en los años sesenta y en una versión posible de la actualidad. La cinta sigue, en lo esencial, a Inés (María Valverde, de joven; Mercedes Morán, ahora), una estudiante de historia casada con Justo (Gabriel Urzúa y Felipe Armas), que no puede evitar enamorarse de Gerardo (Pedro Fontaine y Marcelo Alonso), un exintegrante de la Fuerza Aérea que ellos invitan a sumarse a Patria y Libertad. En un plano, entonces, asistimos a un triángulo amoroso y a las maquinaciones de Patria y Libertad; en el otro, a la vida actual de Inés, convertida en la directora de una clínica privada, columnista de un diario y dueña de una magnífica casa, donde vive con Justo, que ha dejado su oficina de abogados en manos de su hijo, ahogado por una depresión, el alcoholismo o ambas cosas. Gerardo, en tanto, ha vuelto a Chile y, a diferencia de sus antiguos compañeros de lucha, sigue anclado mentalmente en un nacionalismo radical y, como detalla la primera escena, sicopático.
La continuidad entre “Machuca” y “Araña” no es rara. A través de sus películas, y complementado con las series de televisión que ha sacado adelante —como “Los 80” (2008-2014) o “Ramona” (2017)—, Wood ha intentado construir, como quizás ningún otro director chileno, un gran fresco del Chile de los últimos 100 años. Haya sido o no un esfuerzo consciente, su trabajo ha retratado así buena parte de las tensiones, conflictos y heridas que han dado forma reciente a nuestro país. Y en ese escenario, la UP, el golpe y la dictadura de Pinochet son el problema central, uno cuyas capas nunca terminan de explorarse del todo.
Este intento, sin embargo, es menos afortunado que los anteriores. Es cierto que el director intenta humanizar a estos integrantes de Patria y Libertad. Hasta cierto punto lo logra en la figura de la joven Inés, que es de esos personajes fascinantes porque parecen tenerlo todo: belleza, encanto, inteligencia y carácter. Puede ser una fanática de un nacionalismo extraviado, pero así y todo seduce. Sin embargo, Justo y Gerardo no logran vestirse con la misma riqueza, el mismo atractivo. Sus razones se sienten mecánicas, cuando en medio de la polarización del gobierno de Allende deben haber sido poderosas. Y si sus versiones jóvenes son de pocos matices, las adultas son definitivamente de una sola tecla, de un solo registro. Esto no solo aplana el interés de lo que está en juego, sino que simplifica demasiado las opciones morales de los espectadores. Ni por un segundo uno puede dudar de lo que está bien y lo que está mal. Y todos están mal. Los pocos personajes que parecen tener alguna fibra moral intacta, muy pronto muestran sus propias bajezas.
En fin.
Hay que reconocer en Wood una especial sensibilidad para retratar a mujeres: como aquí, en “La fiebre del loco” (2001), “Machuca” o “La buena vida” (2008) habían mujeres potentes, no necesariamente amables o correctas, pero sí vivas, no fácilmente clasificables. Hay que reconocer que en términos de producción, Wood mantiene los altos estándares a que nos ha acostumbrado. Y también hay que reconocer que, con sus debilidades, en la indagación de Patria y Libertad, Wood agrega otra escena al gran fresco de la historia de Chile que tan meticulosamente continúa componiendo. Con todo, sentirse moralmente superior a los personajes retratados parece limitar el rango de lo que ellos nos pueden trasmitir.
Araña
Dirigida por Andrés Wood.
Con María Valverde, Mercedes Morán, Pedro Fontaine y Marcelo Alonso.
Chile, Argentina, 2019, 105 minutos.