Esta columna se escribe antes del partido entre Colo Colo y Unión Española, que abrió la décimo octava fecha del campeonato. Por eso la coyuntura del resultado pasa a un plano secundario al analizar el futuro albo, fundamental junto a Universidad de Chile y Universidad Católica para el desarrollo de nuestro fútbol y la representación en los torneos de la Conmebol. La ausencia del Cobreloa histórico se siente, porque era un candidato permanente al título y su presencia en la arena internacional garantizaba un cuadro que batallaba, salvo la excepción de la Copa Libertadores 2004, cuando no sumó puntos.
Desde comienzos de año estuvo macerándose la discusión sobre el futuro del plantel popular para 2020, en especial por la declaración de principios de Marcelo Espina, su director deportivo. El excapitán planteó a su arribo la necesidad de acotar el número de futbolistas del primer equipo, con una baja sustantiva en la edad promedio y el aumento paulatino de jugadores formados en casa.
Para eso buscó a Mario Salas, un entrenador que comulga con su idea de juego y visión de los clubes profesionales. Todo marchaba bien hasta que Aníbal Mosa recuperó la presidencia de Blanco y Negro. El controlador de origen sirio no trajo a Salas y Espina, una variable que no debiera influir, pero sabemos que en Chile, en todos los ámbitos empresariales, los dueños o ejecutivos de alta gama arman una estructura con gente que les responda a ellos.
Esto no es una crítica a Mosa. El país funciona así.v
La sorpresiva jugada del mayor accionista del club al incluir a Harold Mayne-Nicholls en el directorio de Blanco y Negro, y además investirlo con un cargo ejecutivo, en teoría refuerza el núcleo formado por Salas y Espina. La vida directiva del antofagastino en Universidad Católica y la ANFP está en la línea con los criterios de Salas y Espina.
Un dato clave para el trance que vivirá Colo Colo al final de la temporada. Mosa, desde su irrupción en el fútbol, actuó con criterios más emotivos que técnicos. En su discurso se apreció siempre una admiración por los jugadores y nunca estableció la relación que corresponde entre el empleador y el trabajador. La existencia de vínculos cordiales y civilizados no implica cogobierno o un cuestionamiento a la autoridad.
Con circunstancias distintas, en otros momentos Colo Colo enfrentó un problema similar en 1985 y 1994, y lo resolvió. En esta oportunidad se aprecia complejo alcanzar a la UC en el primer lugar y el pragmatismo sugiere asegurar el segundo puesto para llegar a la fase de grupos de la Copa Libertadores.
Ese debiera ser el parámetro para el entrenador, con una baja eventual en el listón si accede con el cupo del Chile 3 o 4.
Este panorama, incluso con un desenlace peor, no puede confundir al directorio del Cacique. En diciembre, Colo Colo necesita un plantel nuevo, con protagonistas jóvenes, capaces de jugar siempre y competir física y futbolísticamente en el plano externo. No será fácil esta travesía. Se requiere templanza y convicción.
Los jugadores sirven a los clubes y no los clubes a los jugadores. Aunque duela.