Chile y Argentina siempre han sido capaces de resolver pacíficamente sus diferencias, a pesar de episódicas tensiones bilaterales. No ha sucedido lo mismo con otros vecinos.
La lucha compartida por la independencia, una de las fronteras más extensas del mundo y los vigorosos lazos culturales han favorecido los entendimientos entre los dos países. Importantes son las relaciones de la sociedad civil y la muy directa entre las provincias fronterizas.
Decisiva ha sido la contribución de la diplomacia para manejar los desencuentros. Las cancillerías y notables embajadores, acreditados en Santiago y en Buenos Aires, mayormente designados por sus experiencias políticas, han sido factores de equilibrio y agentes eficaces para la promoción de intereses comunes.
Para nadie deberían ser novedad las dificultades por las que atravesaron los gobiernos y presidentes chilenos durante las gestiones de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner, probablemente de regreso al Ejecutivo como vicepresidenta.
El matrimonio Kirchner Fernández desconoció el tratado gasífero, decretó unilateralmente cortes en el suministro de gas que obligaron a cerrar industrias, dejó abruptamente sin energía eléctrica a cientos de miles de hogares chilenos y puso término a la confianza de los inversionistas nacionales en el futuro de Argentina.
Bajo la presidencia de Carlos Menem numerosas empresas chilenas traspasaron la cordillera y se alcanzó el acuerdo, con el Presidente Patricio Aylwin, para solucionar 23 de las 24 controversias limítrofes pendientes.
Pocos años después, el kirchnerismo impuso controles cambiarios, fijaciones de precios, repudió la deuda externa, congeló los depósitos bancarios y se asoció con los gobiernos de Chávez, Maduro y otros populismos regionales.
El desinterés del matrimonio Kirchner por las relaciones bilaterales, la corrupción y la suma de sus medidas económicas significaron que Argentina dejara de ser un destino preferente para las inversiones y exportaciones chilenas, dificultadas en sus pagos y por el proteccionismo, siendo tres veces inferiores a las importaciones desde ese país.
Con la elección del Presidente Mauricio Macri surgieron nuevas esperanzas, renovadoras de confianza, con positivos entendimientos entre los dos países. Su catastrófica derrota electoral abre una etapa de incertidumbre en todos los ámbitos argentinos, incluyendo la política exterior.
Pero las aprensiones sobre el futuro de las relaciones con Argentina no deben exagerarse; no pueden ignorarse las sólidas bases de la amistad entre ambos pueblos.
Sigue vigente lo expresado al inaugurarse el monumento del Cristo Redentor, en el límite del paso de Uspallata: más sólida que las montañas que los separa es la amistad entre chilenos y argentinos. Los cambios de sus gobiernos son incapaces de socavar esa realidad, a toda prueba.