El imperio de los Roy, la poderosa familia protagonista de esta serie cuya segunda temporada ya acaba de empezar por HBO, está amenazado por desmoronarse. Estos magnates de las comunicaciones, liderados por su progenitor, un extraordinario Brian Cox, deben luchar desde varios frentes para mantenerse en el poder. Pero lo más estimulante no viene de las amenazas externas, sino que desde las entrañas mismas de esta verdadera familia real, pero sin nada de sangre azul: solo poseen un acopio infinito de avaricias, torpezas y completas falta de humanidad. No hay héroes en este relato rico y complejo de la élite estadounidense, solo un grupo de pulsiones e ideas al servicio del egoísmo, sin ética de por medio. Pero esa zona tan árida y carente de empatía real, es convertida en un manantial de ricos matices gracias a la visión general del
showrunner Jesse Armstrong: creador y garante de que la fauna humana —e inhumana— de este mercado de valores respire, sude y viva las tribulaciones de un microcosmos ajeno a la mayoría de los mortales. Este nuevo ciclo se afirma a lo ya visto y parte genial al plantear la duda de si el clan se atreverá o no a seguir la lucha por la hegemonía en la era digital. Lo mejor: el señor Brian Cox y Kieran Culkin como el hijo díscolo.
Disponible en HBO y HBO GO.