Suele ocurrir que sean los mismos deportistas los que suban el listón, los que fuerzas las marcas, los que provoquen el cambio. Ha ocurrido con los resultados de los Juegos Panamericanos disputados en Lima, donde la impresionante cosecha del Team Chile —cincuenta medallas, 13 de oro— obliga a poner el foco en el mayor esfuerzo organizativo de nuestro país en las últimas décadas.
Es en ese resultado donde se afirman las esperanzas del 2023, que, como ha quedado demostrado tantas veces, pueden significar un despegue definitivo de los deportes federados en nuestro país. El alza de las disciplinas colectivas y la irrupción del remo y los deportes de contacto obligan a pensar en grande, y no como ha ocurrido hasta ahora, donde la inversión se calcula sobre las cotas mínimas en la infraestructura y se lanzan ideas tan descabelladas como incorporar a nuestros deportistas a las fuerzas armadas para que reciban un sueldo fijo.
Hay que comprender que se necesita un nuevo estadio Nacional y que, con justicia, varias disciplinas reclaman escenarios mejores para consolidar sus alzas. Y que para convocar al público no solo se requiere de más y mejores competencias a nivel local, sino de polideportivos a la altura del desafío. Como suele ocurrir, detrás de las medallas hubo esfuerzos de algunas regiones, ciudades o comunas que apostaron por el desarrollo de sus representantes, y que merecen un estímulo para esas políticas.
No basta con el abrazo oportunista ni con la foto del festejo, aunque es evidente que los aportes estatales han aumentado y mejorado con los años, pero aún las políticas deportivas son insuficientes y, a veces, equivocadas. Los últimos gobiernos se empeñaron en dotar al país de una red de estadios que han sido utilizados por las sociedades controladoras del fútbol, una actividad privada, rentable y con aportes fijos, lo que no ha sido replicado con el mismo énfasis en otras disciplinas que necesitan, en cualquier lugar del mundo, del aporte estatal.
Decíamos que el discurso, el entusiasmo y la rebelión de nuestros deportistas ha resultado vital para hacer el diagnóstico de los Panamericanos. En la vereda opuesta, la del fútbol profesional, vivimos una semana contradictoria con protagonistas que se niegan a la autocrítica, que siguen confundiendo el análisis con una sistemática negación de la realidad y que se olvidan, persistentemente, de la falta de competitividad a nivel continental de clubes que no apuestan por el futuro, aunque el presente sea de bajo vuelo.