El plan de Universidad de Chile es delirante y por eso se convirtió en un espectáculo desesperado y neurótico, donde el único norte del plan es el partido que fue y el que viene.
El romántico viajero pensaba que la “U” era para la eternidad, para el actual directorio, en cambio, el horizonte es semanal. Hasta ahí llega la mirada y la respiración de la “U” menguante, no hay más club que ese, no hay institución más corta y no hay relato más mínimo.
Rodrigo Goldberg y Sergio Vargas, miembros del directorio y recordadas figuras, trabajaron en radio y TV, así que fueron colegas de los que hoy juzgan su gestión.
Es un dato de la causa que partieron con viento a favor, es decir: simpatía, juicios parsimoniosos y una mirada crítica en cámara lenta.
En el plan figura un técnico argentino necesitado que ya fue contactado y que espera los acontecimientos.
Si el equipo de Hernán Caputto, en el día de ayer, perdió o empató, el entrenador vuelve a las inferiores y en la semana aterriza el argentino humilde.
Si ayer ganó, en ese caso, una semana más hasta el domingo 18, por la mañana y en La Calera, donde un segundo triunfo le asegura continuidad. ¿Y un empate? También, porque es de visita. La derrota lo borra y pone en el mapa al argentino poco exigente.
Y viene un tercer partido: 25, también domingo, al mediodía en el Estadio Nacional, para el clásico contra Universidad Católica.
Entonces: ¿cuál es el relato?
Que a Universidad de Chile se le va la vida cada siete días. ¿En eso consiste el cuento?
Vida en Primera, muerte en Primera B y es toda la enseñanza de una estrategia que se levanta sobre una “U” insignificante.
¿Dónde está el comienzo de la historia?
¿Dónde se forjó lo que llaman sentimiento azul?
¿De qué flaquezas sacaron energía Los de Abajo?
¿Dónde tomaron fuerza y aliento los herederos del romántico viajero?
La partida de nacimiento fue enero de 1989, cuando el equipo descendió a Segunda División y creció como marea durante el año, hasta el campeonato y ascenso.
Lo que vino, por si alguien lo olvidó, no fue un reino ideal —el bicampeonato llegó el 94 y 95— sino la angustia de la liguilla de promoción 1991, donde la “U” se libró de un segundo descenso en el estadio Nacional, después de jugar con Soinca Bata, Puerto Montt y un equipo del que no quiero acordarme, pero que también zafó.
Con el tiempo siguió la historia y antes de 1989, por supuesto que hay más historia.
Ahora, en cambio, a Universidad de Chile la están haciendo vivir por días, como si fuera una mosca azul que depende del clima y resultados para prolongar su ciclo vital; como insecto breve, cuyo aguante se sostiene con la atmósfera del planeta A o el planeta B. Esas pequeñeces.
El romántico viajero, ese magnífico astronauta, imaginaba algo más grande: un Universo azul.