Mañana concluyen los Juegos Panamericanos con una sobresaliente actuación del Team Chile. Las ocho medallas de oro de Buenos Aires 1951 quedaron en el recuerdo por el desempeño de los deportistas nacionales en la cita previa a Santiago 2023, el gran desafío que el país rehuyó en dos ocasiones (1975 y 1983).
Un salto cualitativo que comenzó en Santo Domingo 2003, cuando los atletas locales conquistaron 22 medallas, con dos oro. Un brinco enorme con relación a Winnipeg 1999, porque con el establecimiento de políticas de largo aliento, con la normalización del Comité Olímpico, el clima mejoró. El Estado, en la medida de sus posibilidades, aportó recursos e infraestructura, con los Juegos Odesur de Santiago 2014 como hito relevante.
Ayer, en una amplia entrevista en el programa “Deportes en Agricultura”, el ex ministro del Deporte y ex atleta olímpico, Pablo Squella, aterrizaba las expectativas. Al analizar la excelente actuación de la representación nacional y la proyección para los próximos ciclos olímpicos, planteaba que las opciones de instalarse en el segundo pelotón de potencias del continente son escasas sin la contribución en serio de la empresa privada.
El inicio de las carreras de nuestros deportistas corre por cuenta de sus familias. Al ingresar al mundo competitivo aparecen los clubes, asociaciones y federaciones, que operan a partir de los instrumentos y fondos generados por la ley del deporte. El paso a la alta competencia encuentra una presencia más directa del fisco ante los deportistas, aunque los planes estratégicos permanecen. La realidad enseña que el modelo resulta insuficiente cuando se trata de pensar en la élite panamericana y, con mayor razón, olímpica.
La gran novedad de estos Juegos fue el protagonismo de los deportes colectivos, con el hándbol y el voleibol como estandartes. Un esfuerzo de sus protagonistas, entrenadores, dirigentes, que de manera indudable requieren el sostén de ligas nacionales o al menos interregionales para proyectar el crecimiento de los jugadores y su natural recambio. El ejemplo de la Liga Nacional de Básquetbol argentina asoma siempre como el faro en el cual deben fijarse nuestras políticas.
Urge una modificación a la ley del deporte y por sobre todo a su registro de donaciones, amarrado en su mecánica y operación, porque responde a un modelo que entendía la actividad como una práctica amateur. Con simples cambios, que ni siquiera requieren el paso por el Congreso, podría implementarse el incentivo para que las empresas financien de forma sistemática el desarrollo del deporte de competencia y alto rendimiento.
Desde este lunes, el polideportivo volverá a su anonimato. El fútbol recobrará su protagonismo, con los problemas de los clubes grandes, la solidez del proyecto de Universidad Católica, el devenir de los seleccionados en sus torneos, el optimismo que provoca el traspaso de Erick Pulgar a la Fiorentina, más el transitar de los tenistas Christian Garin y Nicolás Jarry en el circuito ATP. Es responsabilidad de los actores del sistema que la rutina no los atrape y aprovechen este envión dorado.