Contrario a lo que suele ocurrir con los novatos, “Impostoras” no luce como la obra de una debutante que orienta su trabajo a un público juvenil poco informado. En su ópera prima como directora y dramaturga, Mariana Hausdorf —con apenas dos encargos como actriz y una codirección en montajes emergentes— apuesta por un material ambicioso que llena de grandes expectativas, en un formato además de corte contemporáneo. Con vistas a plantear una reflexión en un ámbito en potencia cautivante: el cómo se puede elaborar una noción de la realidad, particularmente de la identidad propia y ajena, al interior de una cultura inundada de
fake news, posverdades y experiencias trans, en la que nada es absoluto ni definitivo.
Apoyándose en actrices que brindan caracterizaciones elocuentes, pone frente a tres casos reales y recientes de mujeres que convencieron a muchos de ser quienes no eran. Ellas son una catalana avecindada en Nueva York que aseguró ser una sobreviviente de las Torres Gemelas y llegó a ser guía de los tours al sitio del atentado; una prominente activista del movimiento estadounidense a favor de los derechos afroamericanos que resultó tener padres caucásicos, y la doble polaca de Angela Merkel. Al descubrirse la superchería, todas tuvieron amplia cobertura mediática y motivaron libros y documentales.
Sentadas ante la platea, exponen y comparten sus respectivas vivencias, para que nos asomemos a por qué lo hicieron: llamar la atención, ser parte de algo, vivir una vida de mayor interés que la propia. Es, en principio, teatro documental desarrollado en el estilo de una propuesta performática que dispone en paralelo discursos yuxtapuestos. Por casi una hora articula una suerte de ‘talk show', cuyas hablantes controlan la representación manejando las luces y el sonido desde tableros en sus mesitas. Luego hay un inexplicable y deliberado apagón, en seguida el trío consume un snack a un costado del espacio, y en el tramo final la escena retoma su tono televisivo.
Hausdorf se impone otro pie forzado: el diálogo —hablado mayormente en inglés y alemán, más algunas frases en polaco— se traduce con sobretítulos en una pantalla en la que también se proyectan imágenes de las mujeres reales. Cuando la española habla en castellano, hay sobretítulos en inglés, y si a la doble de Merkel le hablan en inglés o castellano, ella entiende y responde en alemán. En el breve refrigerio todas hablan español y no hay traducción. Esto debe querer significar algo respecto del tema representación-realidad y al lenguaje como instrumento para mentir y suplantar.
Al promediar la entrega uno se pregunta por qué la doble —que es una imitadora profesional, no una impostora— integra el trío. Pronto se sospecha que a Hausdorf la idea se le fue de las manos. Con todas las cartas abiertas sobre la mesa, la puesta bastante estática no sugiere nada por debajo de lo expuesto y sin segundas lecturas tiende a predominar en ella una mirada superficial sobre su material; aparte de que la ausencia absoluta de referentes directos para un espectador local, ayuda a diluir su sentido último. El aserto “La realidad mata, la ficción salva” al remate suena antojadizo, sin sustento manifiesto ni teórico. Así las cosas, tal parece que este es solo un laborioso alarde de ingenio que quiso ser sesudo, y le faltó mucho para lograrlo.
Centro GAM. Jueves a domingo, a las 21:00 horas. Hasta el 18 de agosto.