En la tarde del día de su egreso de la secundaria, Molly (Beanie Feldstein) y Amy (Kaitlyn Dever) descubren con zozobra que todos sus compañeros flojos, fiesteros y revoltosos han sido aceptados, igual que ellas, en las mejores universidades de Estados Unidos. Hasta los peores alcornoques irán a Harvard, Yale o Georgetown, sin haber gastado ni un día en esforzarse.
La conclusión es de vértigo: de nada ha servido que durante todos estos años Molly y Amy se hayan dedicado a estudiar, obtener las mejores notas y seguir todas las instrucciones de los maestros. Como no tardarán en darse cuenta, los propios profesores están muy lejos de los modelos de conducta que en apariencia promueven.
En otras palabras: Molly y Amy han perdido años de fiestas y diversiones. Y de placeres ocultos: como toda secundaria, esta de Los Angeles está repleta de leyendas no confirmadas sobre las proezas sexuales de los más atrevidos. Estos jóvenes ya pertenecen a la generación donde las distinciones entre género, orientación, representación y sexo se han ampliado lo suficiente para acoger cualquier repertorio de identidades e intereses.
En sus tiempos de dedicación académica, Molly se ha perdido alguna aventura con el compañero más popular, y Amy no ha podido consumar su atracción por una de sus compañeras. Y por lo tanto, Molly y Amy deciden, contra lo que se espera de ellas, darlo todo en la última fiesta, la noche previa a la graduación.
Es inesperada también esta película. La actriz y ahora directora Olivia Wilde ha puesto todo su ingenio para dar una vuelta de tuerca a lo que podría haber sido una rutinaria historia de adolescentes camino a la madurez y, a veces, a la prolongación de la estulticia (¿tipo
American pie?). El giro comienza por convertir el relato en una peregrinación por una noche de diversas fiestas en la que Molly y Amy van descubriendo lo que hay detrás de la máscara de escolares.
Aun cuando a la larga el eje central sea el mismo de la maduración, Wilde se ha empeñado en recoger el espíritu de los nuevos tiempos con una batería de recursos fílmicos muy agudos, incluyendo una hilarante secuencia de alucinación con drogas y un corajudo plano de cuatro minutos dedicado a la confrontación crucial entre las protagonistas.
La noche de las nerds es bastante más de lo que parece. Mucho más que con
Superbad —con la que ha sido comparada con una frecuencia quizá interesada en la taquilla de aquella—, tiene cierta familiaridad con
Chicas pesadas, aunque va bastante más lejos en la caracterización del mundo de los adultos que rodea a las adolescentes. Lo monstruoso que pueda tener su mundo de secundaria se lo debe todo a esa sociedad de sujetos alterados, inestables, inseguros, que las ha criado.
BOOKSMARTDirección: Olivia Wilde.
Con: Kaitlyn Dever, Beanie Feldstein, Jessica Williams, Jason Sudeikis.
101 minutos.