Es posible que los entrenadores actuales posean mayor preparación, que dispongan de una cantidad de información superlativa, pero la impresión es que el gusto por el formato elegido los atrapa, transformándolos en prisioneros del sistema.
En estos tiempos se impone jugar con extremos, a partir del 4-3-3 o bien del 4-2-3-1. El problema es que si los futbolistas que van por los costados no son habilidosos, veloces o potentes el esquema facilita la tarea al adversario, que ordenado detrás de la línea de la pelota, con cuatro zagueros y volantes bien distribuidos, a lo ancho del campo, cortan los circuitos y arrinconan a los aleros.
De esta manera, muchos de los cuadros que no tienen los intérpretes para ejecutar este plan de juego, ante la carencia de desequilibrio individual, optan por hacer la del embudo: chocan por el medio, en zonas donde abundan las piernas rivales y escasean los espacios. Los jugadores que van por las orillas giran hacia su propio campo y buscan el auxilio de un volante que utiliza el pasillo central.
Da la impresión que está prohibido usar dos centrodelanteros, con roles bien definidos, como en el primer semestre hizo Ivo Basay en Palestino. Lucas Paserini y Roberto Gutiérrez alternaban para entrar y salir de la zona de los marcadores centrales, abriéndose a los costados cuando las circunstancias lo demandaban.
En Universidad de Chile el entrenador Alfredo Arias ocupa tres atacantes, pero la realidad demuestra que en la izquierda no cuenta con un puntero que recorra la franja, meta diagonales o llegue a la línea de fondo. El uruguayo puso en varios cotejos a Nicolás Guerra y Leandro Benegas (zurdo) como wines, pero la raya les incomoda. A esta altura, para nadie es un misterio que el plantel azul se armó con páginas web, estadísticas individuales, lejos de la lógica de encontrar especialistas con los perfiles adecuados para las distintas funciones que propone un entrenador.
El actual momento de la U, con el descenso apremiando, aunque restan 45 puntos, no está para voluntarismos. Arias cree en los tres delanteros, pero los resultados y la escasa profundidad ofensiva enseñan que es necesario acomodarse a lo que tiene. Nicolás Oroz ofrece manejo y claridad, pero después de los 65 minutos declina y no encuentra un socio que hable el mismo idioma. Quizás con cuatro volantes, para batallar en la mitad del campo, los partidos tomen otro rumbo.
Audax Italiano, el rival de hoy en el Estadio Nacional, no es el oponente ideal para la recuperación. Juan José Ribera construyó desde el año pasado un equipo bien armado en el fondo, con tres centrales, más dos laterales a la hora de defender, transformándose en una línea de cinco. En la mitad utiliza dos recuperadores, deja suelto a Iván Ledezma, quien limpia con su gambeta o profundiza. Arriba, Jesús Hernández e Ignacio Jeraldino son dos “nueve” que pelean y descargan.Si convierten el primer gol es difícil que pierdan, porque la máquina está bien aceitada.
Noche tensa en Ñuñoa, donde el murmullo y la paciencia jugarán un partido aparte.