“Alrededor de nuestro barco había una masa constante de niebla que se colaba por todas partes, se arrastraba sobre la cubierta, humedecía los mástiles, mojaba las velas”, escribe un personaje de esta novela, recordando su paso por el extremo sur de Chile. Esa niebla, esa bruma espesa y cegadora, se constituye en un espacio a explorar: cómo perforarla, cómo dispersar sus efectos para que el paisaje velado se dibuje con nitidez en el ojo del lector. Pero no se trata de un espacio físico sino de la historia de la Patagonia, un vasto territorio asediado por mitos y lugares comunes: el sur (o el fin) del mundo, donde islas, canales y mares bravíos acechan a los visitantes y esconden parajes de insólita belleza. Contra esa lectura idílica, Galo Ghigliotto levanta un lugar para la memoria, el Museo de la Bruma, construido hacia el fin de la Segunda Guerra Mundial y destruido por un incendio en 2014. La paciente catalogación de las piezas, hecha a partir de un catálogo incompleto descubierto en una imprenta, es el material que compone este libro hecho de retazos, como un gran tapiz en donde las piezas parecieran estar puestas de manera aleatoria; pero, a medida que se avanza en la lectura, surgen las formas, las líneas matrices, los hilos que le dan unidad y fuerza al conjunto.
El Museo de la Bruma tenía tres salas: el Popper (Julio, el inmigrante rumano que fue uno de los principales responsables del exterminio de los pueblos originarios de la Patagonia); el Rauff (Walter, el oficial nazi que encontró refugio en Punta Arenas y Porvenir) y el Chatwin-Mallard (Bruce, cuyo libro
Patagonia, magnífica crónica de viajes, es responsable de buena parte del aura mítica del territorio; y A. P., descrito en el libro como “coleccionista de rarezas”). Esta distribución se refleja en los materiales acopiados que giran en torno al exterminio de los indios, a los crímenes nazis y a las violaciones de los derechos humanos cometidas por la dictadura chilena. Pero no es, obviamente, una crónica oficial ni un registro histórico verificable (aunque hay algunas citas), ni falta que le hace: el poder de la ficción radica precisamente en iluminar la bruma, en disipar las tinieblas, en mostrar ese territorio tal como fue y tal como es. Decenas de historias se entrecruzan en un libro que no renuncia ni al humor ni a la inventiva en el catálogo de las piezas expuestas en un museo único y vivo, tan vivo como el presente, tan actual y necesario como la memoria.
Galo Ghigliotto
Laurel, Santiago, 2019. 308 páginas.