Los jugadores han descubierto un nuevo mundo.
Si antes el tope para la carrera rondaba los 35 años, ahora aumentó y son los 40.
Y la carrera no se limita a la cancha, dentro o en la banca, sino que continúa en los medios.
La TV abierta, para los mundiales, y los canales deportivos a diario, privilegian a los ex jugadores como comentaristas. En la mesas redondas han desplazado a los periodistas, porque los acompaña el vuelo de la fama, la cultura de camarín y la agenda secreta del que fue futbolista y vio ese mundo desde dentro.
Los tiempos han cambiado y los jugadores amplificaron el peso de su oficio y trasladaron su experiencia hacia los medios. Ya no requieren de portavoces ni nadie que les diga cómo hacerlo y son socios y compañeros de ruta de sus mejores enemigos: los periodistas, y no digamos los universitarios.
Como el mundo ha rodado, por suerte, es otra la formación y educación, y han alcanzado las gerencias deportivas y avanzan por los organigramas de los clubes.
Y algunos jugadores, más bien los viejos de equipos poderosos, descubrieron algo más relevante: una debilidad en el sistema.
Algo líquido y precario en las directivas de Colo Colo y Universidad de Chile y también en la selección.
Hay desconfianza en las sociedades anónimas, porque su objetivo puede coincidir con el club o puede que no: el sueño deportivo y el económico son distintos. Y fragilidad en la ANFP, porque el pasado reciente y el interminable proceso contra Sergio Jadue, aún condena al organismo.
Entonces surgen liderazgos blandos, convicciones tibias y opiniones en fuga. Descubrieron presidentes tránsfugas, dirigentes ornamentales y ejecutivos volátiles.
En esta hora de jaque y mate, o al menos de jaque, se puede pasar por encima de los dirigentes, entrenadores e instituciones. Eso explica que vayan tan lejos.
En la selección la sospecha es que se mandan solos y el entrenador está para la coreografía de lo políticamente correcto. Está lo de Johnny Herrera con su descorche emocional y lingüístico. Y en la despedida de Agustín Orión surgió el capitán Paredes y el grupo de escuderos.
La carrera de futbolista ya no es corta, se puede extender por los medios y dentro de la admistración de los clubes. Todos ellos con el santo y seña del referente. Sus figuras encarnan, es decir, se refieren, a lo permanente: hinchada, cariño, fidelidad, historia, camaradería, y de eso carecen las sociedades anónimas y por eso los necesitan con urgencia, dentro y fuera de la cancha.
Los jugadores quieren más poder y autoridad, títulos nobiliarios, ingreso a la corte y el respeto nunca sobra. Están en su derecho. ¿Qué se les puede desear? Es un juego de tronos: tengan cuidado.