“Tenemos solo una moneda de verdad en Estados Unidos, y está más fuerte que nunca. Es por lejos la moneda más dominante en cualquier parte del mundo, y siempre será así. ¡Y se llama el Dólar de los Estados Unidos de Norteamérica!”.
Imposible más claro; imposible más categórico. Con este cariñito respondió el Presidente Donald Trump el lanzamiento por parte de Facebook de su moneda virtual, Libra, y acto seguido abrió la puerta para que los políticos y reguladores en Estados Unidos manifestaran serias aprensiones sobre el proyecto del gigante tecnológico. Miembros del Congreso se mostraron abiertamente en contra del lanzamiento de Libra, y el presidente de la Reserva Federal dijo que el proyecto no podía avanzar sin antes resolver serios problemas, como la privacidad de los usuarios, el lavado de dinero, protección a los consumidores y riesgo a la estabilidad financiera. Menuda lista.
¿Qué hay detrás de esta fuerte reacción? Algo muy simple. La tecnología está avanzando a pasos agigantados, amenazando a empresas consolidadas y modificando modelos de negocios en casi todas las industrias. Lo vemos en el comercio y en los bancos, en la educación y en la salud. Pero también está amenazando la industria del poder y de la política, y esto es cosa seria. Muchos negocios no podrán resistir, pero la capacidad de resistencia del Estado frente a un enemigo que lo quiere desbancar es otra cosa.
El tuit de Trump y la agresiva respuesta política en Estados Unidos muestran la esencia del asunto. Las monedas virtuales enfrentan numerosos desafíos: de seguridad, de viabilidad técnica para servir de medio de pago rápido, o de credibilidad necesaria para servir como instrumento de ahorro a los hogares. Pero todos estos desafíos son menores comparados con el reto de verdad: reemplazar al Estado en la creación de dinero y transformarse en un señor todopoderoso.
Para algunos, las redes sociales y la tecnología son los instrumentos definitivos para lograr la verdadera emancipación de los pueblos. La posibilidad de organizarse de manera descentralizada explica, por lo menos en parte, la crisis de la política en muchos países. Como si ahora no se necesitaran representantes.
Pero el verdadero Nirvana, el que les quita el sueño a los más anárquicos, es la posibilidad de intercambiar bienes usando dinero virtual sin la intervención del Estado. Este, o las personas encargadas de administrarlo no se van a quedar, sin embargo, de brazos cruzados. Muchos gobiernos están usando la tecnología y las redes sociales para controlar a sus ciudadanos, y posiblemente no dejen de usar toda su fuerza regulatoria y coercitiva para impedir la competencia en el control del dinero.
Continuará.