Andreï Makine (1957) pertenece al grupo de escritores rusos descontentos con el régimen que imperaba en su país natal, por lo que, a raíz de un programa de intercambio cultural, se asiló en París en 1987 y desde entonces reside en Francia, adoptando el idioma galo como su lengua literaria. Y ha residido en esa nación por los pasados 30 años, empapándose de su civilización, su idiosincrasia, los sucesivos giros sociopolíticos que la han transformado, sin abandonar su lengua materna ni sus ancestros eslavos. Ampliamente reconocido en Europa como uno de los escritores más significativos del presente, Makine posee un corpus rico y extenso.
Archipiélago de una vida otra, de reciente publicación en español, es una obra excepcional en varios sentidos. A diferencia de otros disidentes que se hicieron famosos en Occidente —Pasternak, Solyenitsin, Ginzburg—, quienes elaboraron complejos y extensos frisos sociales, Makine —al menos en este libro— prefiere el detalle personal, la crónica biográfica o el incidente revelador, todo ello en un volumen llamativo por lo escueto. Por supuesto que también impugna a la dictadura unipartidista, aunque lo hace en un tono menor y tal vez por eso más convincente: en su rechazo a ese modelo no hallaremos estridencia o quejas desmedidas, sino algo que contar, sin declamaciones en torno a hechos archiconocidos. Además,
Archipiélago… refleja aspectos éticos y espirituales que, por lo general, se hallan ausentes entre sus contemporáneos. Finalmente, el estilo de Makine, repleto de recursos de la más variada especie, expresados en una prosa por momentos exuberante, en otros parca, deviene en la forma adecuada para representar una realidad ignorada.
Archipiélago… comienza cuando un joven visita el Extremo Oriente y traba conocimiento con Pavel Gartsev, el protagonista, con quien se ve obligado a compartir una forzosa intimidad. Tras un recelo inicial, Pavel decide contarle su vida, transformándose en el narrador de la novela. Si bien su relato se remonta a lo que él y sus antepasados experimentaron bajo el yugo comunista, describiendo el terror de los años 20, las purgas estalinistas de los 30, el sitio alemán de Leningrado, su crónica se enfoca en un episodio que vivió antes de la muerte de Stalin.
Debido a una falta que nunca cometió, es destinado a un regimiento en los confines siberianos, próximo a las islas Chantar, donde las condiciones materiales son horrorosas. Es la época de plena Guerra Fría, cuando el mundo pudo haber estallado en pedazos y la paranoia primaba en el escenario internacional. Ahí se practicaron experimentos nucleares y la zona permaneció afectada por la radiactividad. De nuevo Pavel es castigado, encerrándosele en un subterráneo antiatómico infestado de ratas y otras sabandijas que lo amenazan día y noche.
Al salir, se encuentra con algo mucho más grave: un prisionero se ha evadido de un campo de concentración y es imperativo detenerlo para, a continuación, someterlo a atroces torturas y ejecutarlo, como escarmiento para los demás. Un escuadrón, formado por Louskass, Boutov, Ratinsky, Vassine y Pavel, se encargará de darle caza. La tarea resulta estar mucho más allá de las capacidades de los militares. La taiga es impenetrable, el clima es infernal, el paisaje es inhóspito en extremo y los medios con los que cuentan los uniformados son inadecuados, cuando no inútiles. Peor aun: el fugitivo se burla de ellos una y otra vez, conoce el terreno como la palma de su mano, está armado y si bien no dispara por disparar, se nota que tiene una puntería perfecta. Y hay más todavía: cuando parece que está a punto de ser capturado, cuando se encuentra a metros de distancia de sus perseguidores, se las arregla para salir del paso sin inmutarse, dejándolos en ridículo. La moral de los acosadores desciende a la violencia, el soplonaje, la delación y otras formas de degradación, que implican el uso arbitrario de la autoridad o, lisa y llanamente, los gritos con órdenes descabelladas e impracticables.
En una súbita vuelta de tuerca que cambia el ritmo de
Archipiélago…, los miembros de la patrulla descubren que el evadido es una mujer. Entonces la ira descontrolada hace presa de ellos y juran que, luego de arrestarla, la violarán entre todos hasta que les dé puntada para, a continuación, llevarla a la guarnición, someterla a horrendos apremios y ajusticiarla en público. Sin embargo, la escapada es inalcanzable, inconmovible, indestructible. Poco a poco, da cuenta de ellos, sea hiriéndolos para impedir su desplazamiento, sea provocando que caigan en torrentes o precipicios. De modo que solo quedan Mark Vassine y Pavel. El primero también cae en una trampa y demuestra su humanidad al entregar sus provisiones e instrumentos a Pavel, con el fin de que este se los pase a la exhabitante del gulag.
El encuentro entre Pavel y Elkan es breve, si bien sustancioso. Ella forma parte de una etnia asiática que nunca aceptó el totalitarismo y jamás será subyugada. De modo que provee a Pavel de un mapa y alimentos para que pueda regresar a la base, contando la mentira de que la asesinó. En lugar de ser recompensado, Pavel es nuevamente enterrado donde mismo estuvo antes y allí se reencuentra con Vassine, agonizando a causa de los tormentos infligidos. Con todo, le ayuda a huir, incendiando las instalaciones, por lo que Pavel logra llegar donde lo aguarda la heroína, quien parece decirle: espérame en Siberia, vida mía.
Archipiélago de una vida otra
Andreï Makine
Editorial LOM, Santiago, 2019.
173 páginas, $10.000
NOVELA