Daniel Jadue, alcalde de Recoleta y miembro del Partido Comunista (PC), acusó a la expresidenta Bachelet de golpista, lo que en realidad no es otra cosa que la máxima expresión del negacionismo, por parte del Partido Comunista, de lo que ocurre en Venezuela.
Jadue no trepidó en imputar a Michelle Bachelet el haber apoyado un intento de golpe contra Hugo Chávez, el apoyar la intervención y la invalidación preventiva de elecciones, y le recriminó el no haber condenado esas acciones, además de cuestionar el informe elaborado por la alta comisionada de Derechos Humanos de la ONU. Si bien es cierto que a los pocos días el alcalde reveló haberse disculpado con la expresidenta, y sin querer restarle mérito al gesto, dichas disculpas no implican un reconocimiento al informe elaborado por la alta comisionada, ni mucho menos una condena al régimen o (des) gobierno de Maduro ni a las ideas que lo inspiran, las que son compartidas por el PC. Así, la nobleza del gesto de disculparse no apunta a la situación de fondo, que nos muestra como el PC (y alguna parte de la izquierda chilena) se aferra a defender el régimen de Maduro, con todo lo que implica.
Algunos verán en esa persistencia del PC un acto de consistencia con sus ideas. Pero a estas alturas lo del Partido Comunista resulta en contumacia, pues trata de defender, porfiadamente, lo indefendible, de negar lo innegable y de amparar a un Estado fallido del que miles de venezolanos arrancan a diario, revelando con ello una total ceguera y pérdida de sentido de realidad. El votante chileno percibe lo anterior, cuestión que hábilmente han sabido leer representantes más jóvenes del PC, como Camila Vallejo y Carol Kariola, quienes, en un intento por desmarcarse de la situación, se han mostrado disponibles a reflexionar sobre algunas cuestiones que no han sido objeto siquiera de inquietud en las filas tradicionales del Partido Comunista. Qué significa esa reflexión o el llamado a renovar las ideas en el PC, si ello será siquiera posible o en que terminará, está por verse.
Pero de las declaraciones iniciales de Jadue no solo se desmarcó la generación joven del PC. También lo han hecho los restantes partidos de la ex Nueva Mayoría. Razones de lealtad con la figura de Michelle Bachelet, sin duda, pero también por razones electorales. Hoy, salvo por la expresidenta y tal vez Beatriz Sánchez —que, dicho sea de paso, está bastante lejos de Michelle Bachelet en las encuestas y con la que no todos los partidos de la ex Nueva Mayoría se sienten cómodos—, no hay cartas presidenciables en la izquierda que puedan estimarse competitivas.
Y es que, más allá de la figura aislada de Michelle Bachelet, a la que la izquierda se aferra cual salvavidas y con la que no es conveniente caer en desgracia, sucede que la izquierda no ha logrado mostrarle al país un proyecto de gobierno, con perspectiva, que convenza al electorado. La izquierda no logra mostrar cómo, desde su ideología o desde una renovación de esta, enfrentará los problemas actuales y futuros de la población con una mirada moderna y no añeja, como lo son, por ejemplo, los desafíos laborales de esta nueva era. Por de pronto, el solo surgimiento de la clase media, creciente, es un verdadero desafío que se le va en collera a la izquierda, que no sabe leer sus preocupaciones y sueños.
En este escenario de falta de figuras y ausencia de un proyecto político futuro, que la izquierda aparezca, además, silente, complaciente o respaldando al régimen de Maduro sería suicida. La clase media entiende perfectamente que el camino por el que optó Venezuela solo llevaría a nuestro país al desastre. Por ello, el apoyo constante y sonante del PC a la dictadura de Maduro y la debilidad de otras figuras de la ex Nueva Mayoría para reflexionar sobre lo que sucede en Venezuela son un lastre del que varios en la otrora coalición —y fuera de ella— buscan desmarcarse. Por de pronto, la DC ha hecho lo propio desde un comienzo.
En el otro extremo, Beatriz Sánchez ha comenzado a utilizar un tono más moderado en los espacios de debate sobre esta y otras materias. Sin embargo, y similar al caso Jadue, la moderación del tono y la condena que varios miembros del Frente Amplio han efectuado a la violación de los derechos humanos en Venezuela no alcanza para hacer parecer que difieren de las políticas y orientaciones del chavismo y del régimen de Maduro que ha conducido a Venezuela a la catástrofe en que se encuentra.