Alguna vez un destacado prohombre me susurró el bolero “Licitación” y dejé que los sonetos acariciaran mi oído con el progreso venidero y los perfumes de la concesión. Qué aroma y qué rico es el porvenir que me espera con los brazos abiertos. Me entregué de una y no pensé en las consecuencias, porque no sé en qué estaba, pero me dejé licitar y ni siquiera protesté.
No me pareció promiscuo ni descarado y no vi nada feo ni reprochable.
No exclamé, por ejemplo: ¡Licitación detén tu camino, porque mi vida se apaga! Tampoco reflexioné: una vez nada más se licita el alma, con dulce y total renunciación.
Me cantaron, no hace mucho, que el futuro empezaba con una licitación y terminaba con un país desarrollado y, por tanto, yo mismo sería una persona desarrollada. No altiro y de inmediato, por supuesto, pero sí en una década. Resulta que ya van más de dos y no pasa nada conmigo.
En la época de la promesa coloqué a Chile en segundo término, como es lógico y natural, porque lo primero es uno mismo. Nos podemos engañar, pero para qué. Primero yo y la familia, siempre y cuando esté bien constituida, y después todos ustedes, y por eso licita buen licitador y sácame de aquí y dame lo que te pido: plata, propiedad(es), vehículo(s) y eventualmente inversiones, arriendos y depósitos varios.
Quiero certeza jurídica para vivir tranquilo y para eso necesito lo material y en abundancia, si es posible. Alguien me podría preguntar por mi mundo espiritual, en ese caso, la respuesta es una sola: es riquísimo. Punto seguido.
Así que entré feliz a la licitación y luego a la concesión, y acá estoy: me desilusionan un día sí y el otro también, a veces porque una empresa cortó el agua, porque venía sucia e intragable; y cuántas veces es la empresa de energía con esa luz que parpadea o se oscurece; y ya será el pitito infernal del pórtico en la autopista que entre más moderno es más lo que suena y cobra.
Sucio, a ciegas y saltón. Me vieron cara de
free flow.
Vamos a salir del subdesarrollo, pero a velocidad de bolero, y por eso el canto melodioso: licítame en el cielo corazón, si es que te vas primero; licítame en el cielo, corazón, para empezar de nuevo.
Entiendo que son varias las licitaciones en progreso y destaca de sobremanera el puente sobre el Canal de Chacao, para conectar a Chiloé con el continente. ¿Qué puedo decir? Algo en latín: “Ora pro nobis”.
Pito de nuevo.
Voy lanzado por el
free flow y no me importa el qué dirán.
Así que acá estoy: con la caradura de tanto recibir bofetones, unos por tonto y otros por leso, unos por pajarón y la gran mayoría por esa palabra que no nombro, pero merezco. Mejor digo merecemos.
Adapto otra melodía inmortal: estás perdiendo el tiempo, licitando, licitando; por lo que más tú quieras, hasta cuándo, hasta cuándo.
Todo empezó con un crooner de la Concertación y ese gran bolero que fue “Licitación”.
Lo escuché hace unos 25 años, lo creí hace un cuarto de siglo y además lo canté entre un siglo y el otro.
¿Qué más puedo decir?
Que así es como lleva el zambo Liberty su amargura y mala estrella, pasa incansable la noche moliendo café.