No es una provocación. Es la vida moderna de muchos jóvenes lo que esta serie refleja y sintoniza de una manera frontal, pero no por ello sin poesía visual depurada y sofisticada. Relato coral que sigue el clásico formato del high school y lo que pasa en ese microcosmos. Esto es de lo mejor de la TV actual, lo que es mucho decir en el peak de TV en que vivimos: romances despiadados, adicciones sin mesura, rehabilitaciones fingidas, sexo en tiempos de redes sociales, genitales en una pantallita de celular y actuaciones memorables —desde la protagonista, la estrella en ascenso Zendaya, hasta la sorprendente actriz trans Hunter Schafer— hacen de “Euphoria” un producto provocador y con cierta cáscara de moralina, pero en su núcleo hay un destello tan brutal y pesimista sobre la condición humana que este retrato del pueblo chico provoca un ardiente y feroz infierno. Grande. Gigante, cuyo destello se vislumbra al interior de cada alma que vive en este relato.
“Euphoria” es una historia lineal, pero también es el registro de un estado mental y emocional: esos colores saturados y las cámaras eternamente en movimiento son el retrato hablado de una perfecta serie en drogas, un pasaje alucinógeno cuya resaca es tan memorable como el delirante vuelo que toma. Fuera de este mundo, realmente.
“Euphoria”. EE.UU., 2019. Disponible en HBO y HBO GO.