Curioso lo que ha pasado con la última elección de consejeros del Colegio de Abogados. Después de grandes elogios por establecer cuotas para integrar más mujeres en su Consejo, ahora se lo tilda de retrógrado y machista. ¿La razón? Simplemente que ese mismo Consejo eligió como presidente al consejero Arturo Alessandri Cohn, un abogado de dilatada trayectoria, prestigio indiscutible, intachable honorabilidad, pero con un “terrible defecto”: ser varón.
Las reacciones no se hicieron esperar y cundió el griterío porque no se había elegido una mujer, más aún cuando la abogada Macarena Letelier —también profesional de excelencia— había conseguido la más alta mayoría individual como consejera. Hasta una exministra de Estado renunció al Colegio en protesta por la decisión. En medio de la batahola, Alessandri anunció que pondría su cargo a disposición del Consejo, que está citado para el próximo lunes 29.
Para entender bien la situación, hay que explicar que el Consejo se compone de 19 miembros que se renuevan por mitades cada dos años. En la última elección se eligieron nueve que se agregaron a los diez que, elegidos en 2017, permanecen en sus cargos por dos años más. Una vez electos, los nuevos consejeros se unen a los antiguos, para conformar el Consejo, y es este órgano el que elige, por mayoría de sus miembros, al presidente y vicepresidente. En esta ocasión, Alessandri, consejero elegido en 2017, obtuvo el respaldo de la mayoría de los consejeros y fue reelegido presidente.
Es cierto que las mujeres consiguieron una alta votación en esta elección, tanto que algunas tuvieron que ceder sus cargos a varones con menos votos, para respetar el criterio de no más del 60% de un sexo por sobre el otro. También podemos coincidir en que hubiera sido deseable que la presidencia se entregara a una de las abogadas de la lista ganadora. Lo que no resulta aceptable es exigir que ello se imponga a ultranza y sin respetar las reglas estatutarias.
En la elección de directiva del Partido Socialista, también la mayoría individual la obtuvo una mujer: la diputada Maya Fernández, pero como su lista no consiguió mayoría en el Comité Central, este reeligió como presidente al líder de la lista opuesta, Álvaro Elizalde. Nadie que sepamos protestó porque se hubiera preferido a un hombre.
El Consejo del Colegio de Abogados, en cambio, eligió como vicepresidenta a una mujer: la destacada académica Leonor Etcheberry. Fue elegida por consenso luego de que dos postulantes a ese cargo, Carmen Domínguez y Paulina Vodanonic, haciendo gala de una nobleza y generosidad poco frecuentes, resignaron sus aspiraciones en pro de la unidad del gremio.
No se ve dónde está el agravio a las mujeres, máxime si la primera mayoría en esta elección de consejeros fue más bien incidental: superó solo por tres votos al consejero Pedro Pablo Vergara (779 vs. 776), mientras que Alessandri, que no compitió en esta elección, en 2017 obtuvo más votos que cualquiera de los consejeros ahora elegidos.
Nada de esto favorece al movimiento feminista porque da pie para sostener que establecer medidas para “igualar la cancha” entre hombres y mujeres termina alentando un maximalismo que aplasta las reglas democráticas. Se justifica así la opinión de quienes se oponen a las medidas de discriminación positiva, en razón de que estas luego se considerarán insuficientes y se abogará por una prevalencia irrestricta del género femenino por sobre cualquier otro factor relevante, sea la capacidad, la experiencia o la misma deliberación democrática. Del “no hay mujeres” se pretenderá pasar al “solo hay mujeres”, y este temor paralizará cualquier cambio hacia una mejor equidad de género.
Esperemos que para la próxima reunión del Consejo se hayan serenado los ánimos, y se ratifique a Arturo Alessandri como presidente y a Leonor Etcheberry como vicepresidenta. De lo contrario, se dará la razón a los que piensan que con un poco de ruido mediático pueden alterarse decisiones adoptadas democráticamente y con estricto apego a las reglas.