De pronto, por las redes sociales empezó aparecer, multiplicándose, un saludo de cumpleaños. El de Marcelo Bielsa. El día: 21 de julio. Los años: 64.
Todos eran mensajes cariñosos, de admiración, de añoranza. ¡Cómo olvidar la despedida del rosarino! Y los triunfos, la disposición ofensiva del seleccionado, las lecciones de conocimiento y también —y seguramente las más importantes— las de sabiduría, en ese amplio abanico que recorre la honestidad, la claridad, la bondad, la decencia.
Nos han dicho en los últimos años, con insistencia majadera, que Bielsa no cambió nada en Chile, que no hubo ningún cambio de mentalidad. Comentarios, por cierto, muy mezquinos.
Al recordar su emocionante despedida en el Estadio Nacional, solo un festejo multitudinario a un entrenador de me viene a la mente: el de Fernando Riera, en el mismo estadio, después del tercer puesto del Mundial. Coincidentemente, dos entrenadores que no solo lograron un éxito competitivo, sino que además produjeron cambios profundos en la concepción del fútbol como una actividad profesional, que debía vivirse con seriedad, aplicación y respeto.
Tras el paso de Bielsa, esta columna se refirió en más de una oportunidad a los rumbos paralelos de ambos entrenadores por la selección nacional. La llegada cuando los malos resultados y el desánimo campeaban en el fútbol chileno, la implantación de una disciplina rigurosa, la aplicación a un esquema futbolístico nuevo. Los jugadores los respetaron y los obedecieron.
Bielsa no solo fue escuchado por la gente del fútbol. A la orilla de la cancha también hubo oídos para él y su paso por nuestro tuvo un alcance social. “Lo que no podemos permitir es que los jugadores dejen de luchar”es una frase suya, agresiva y desafíante, que se puede aplicar a cualquiera actividad colectiva. Muy de fútbol, en todo caso: las más celebradas hacían hincapié en cuestiones anímicas y sociales (que tal vez le costaron su alejamiento del seleccionado). Busco algunas en los tantos libros sobre Bielsa que tengo o que tenía, porque no encuentro ninguno. Usted sabe lo que dicen: el que presta libros es tonto y más tonto es el que los devuelve…
Los mensajes en este cumpleaños del rosarino nos producen nostalgia por unos días que, como todos los días pasados, no volverán. Y queremos que vuelvan. Volver a inflamarnos con ese equipo rojo vertiginoso, de avance constante, de pases veloces y siempre intencionados, con movimientos tan bien mecanizados que parecen un canto a la improvisación.
Pero eso se terminó 4 de febrero de 2011, cuando renunció y las cosas, hoy, no son como eran entonces. Hubo un relumbrón con Jorge Sampaoli (futbolístico, nunca en lo humano), que tuvo buenos resultados pero nunca el alcance emocional al que llegó Bielsa ni su repercusión social.
En fin, lo seguiremos recordando. Nos dicen que “los hombres pasan y las instituciones quedan”. Pero no siempre quedan como estaban. Mire cómo quedó el país … (no, ese es otro tema).