“Vamos a pasar lista”, dice la profesora al entrar a la sala. ¿Escuela o liceo? Frío, frío. Es el inicio de la clase en muchas universidades chilenas. Peculiar situación en instituciones que educan a mayores de edad que voluntariamente se matricularon para aprender. ¿Solo una medida para aplacar la galopante inasistencia o un reflejo de una falla estructural del sistema educativo?

La acumulación de capital humano es el motor del progreso. Las oportunidades sociales y económicas dependen de las habilidades, talentos, capacidades y conocimientos propios y del entorno. Pero esta asociación no se da automáticamente. Un ambiente educativo formador de responsabilidad y promotor del esfuerzo es condición necesaria para su aparición.

La construcción de tal cultura toma tiempo, por lo que mientras más temprano se inicie el proceso, mejor. En EE.UU., por ejemplo, la transición desde quinto a sexto básico (desde elementary a middle school) es un punto de inflexión del proceso formativo. Los estudiantes comienzan a tomar responsabilidades y se solicita explícitamente a los apoderados no interferir. No es extraño, entonces, que el niño de 12 años reciba su primer rojo por no haber traído la tarea. Y nadie se sorprende por la visita a inspectoría por una inasistencia injustificada. El ajuste es rápido. Al terminar sexto los estudiantes han aprendido dos lecciones de vida: las reglas hay que seguirlas y la irresponsabilidad cuesta caro.

Establecidos estos cimientos, el proceso formativo va construyendo un piso sobre otro. Así, en países avanzados, al entrar al liceo la transformación ya es total. Para asegurar una formación ajustada a los intereses y talentos de cada joven, las opciones de cursos se han multiplicado. El círculo es virtuoso. Los profesores conscientes de la situación le sacan el jugo. Los estudiantes, por su parte, son cada vez más responsables de su independencia. ¿Cursos de nivel universitario para adolescentes de 16 años? Con interés y ganas nadie pone problemas. ¿Intercambio internacional para aprovechar oportunidades globales? Docentes conocedores de la responsabilidad de sus pupilos lo promueven. Al final, la preparación de los púberes para la experiencia educacional más libre y desafiante, la universidad, es el resultado de un trabajo planeado e implementado con destreza. Y es que existe conciencia del costo social de improvisar en este proceso.

El mundo apuesta acertadamente por inculcar tempranamente la responsabilidad como un pilar del sistema educativo. Ahí se sustenta la posibilidad de individualizar la educación con base en la libertad y diversidad de intereses. En Chile el avance es menos auspicioso. Una cosa es pasar lista a niños de 5 años y otra muy distinta entre pailones. ¿Desinterés de estudiantes o incapacidad de instituciones de educación superior para motivarlos? No importa. En tiempos en que nuestros liceos deberían asemejarse cada vez más a las universidades, hay señales de que son estas últimas las encaminadas a ofrecer una experiencia cada vez más secundaria.