El cálculo futbolero nos decía que los problemas económicos de Naval de Talcahuano llegarían en la primavera. La página 10 de este suplemento, en su edición de ayer, nos muestra que fuimos ingenuos. El presidente del equipo chorero anuncia la posibilidad que el club no concluya la temporada. Bizarro resultó leer que Colina no apareció a jugar. El dirigente, eso sí, no contó que el cuadro de la zona norte de la Región Metropolitana no estaba obligado a viajar a un amistoso.
Lo sabíamos todos, pero el Sifup se empecinó en forzar el ingreso de Naval a la Segunda División. El conjunto heredero de la institución que comandó la Armada hasta la temporada 1990 no era viable. El infantilismo revolucionario, esa notable sentencia de Lenin, apareció en esta actitud voluntarista del Sindicato de Futbolistas. El paro de fines de mayo y principios de junio implicó una carta grande de la organización gremial. A futuro, el error estratégico le restará fuerza ante sus asociados en el caso de recurrir una vez más a mecanismos de presión.
En la misma categoría, Deportes Vallenar, Fernández Vial e Independiente de Cauquenes fueron sancionados por los tribunales disciplinarios de la ANFP por sus dificultades económicas.
Uno de los misterios insondables de la administración de Sergio Jadue es cómo la Asociación Nacional de Fútbol Amateur (ANFA) permitió que la ANFP creara la Segunda División Profesional. Alguien durmió o se hizo el distraído, porque el ascenso a la Primera B correspondía al campeón de la Tercera División, la serie mayor de la entidad que reside en calle Sazié. En su condición de consejeros de la Federación de Fútbol de Chile, por décadas los dirigentes de la ANFA fueron rígidos para mantener su espacio de poder. Hasta que lo entregaron…
El problema es que la división no se sostiene, carece de ingresos y depende de la buena voluntad de sus dirigentes. El directorio de la ANFP y el Consejo de Presidentes, en especial los clubes con proyecto deportivo, que no están para la pasada económica o pertenecen a representantes, tienen claro que la muerta de este engendro es lo sano. Pero nadie se atreve a decirlo o a pedirlo.
Se dirá que la cesantía afectará a los actuales jugadores de los clubes, aunque la mirada responsable, con visión de futuro, nos plantea que los dramas proseguirán. Es tiempo de sincerar el fútbol chileno. Tampoco se sustenta la Primera B con 16 instituciones. Lo razonable son 18 o 20 equipos, con dos extranjeros como máximo para otorgar competencia a los futbolistas locales y facilitar la absorción de jugadores sin club.
Se requiere voluntad política y liderazgo. No se trata de llenar la ANFP con equipos fantasmas, como sucedió en 1983, en el inicio del mandato de Rolando Molina en la extinta Central de Fútbol. Es simplemente recobrar el equilibrio histórico de nuestra competencia.
El fútbol profesional es una pirámide, donde las categorías inferiores no pueden tener igual o menos cuadros que la serie principal.