Antes que Tryo Teatro Banda (TTB) descubriera la línea de trabajo que le dio un lugar de privilegio en la escena nacional, escenificó varios recurridos cuentos infantiles. Tras “Pedro de Valdivia, la gesta inconclusa”, de 2009, una de sus obras maestras, y las que le siguieron empleando el lenguaje de la juglaresca medieval para revisar nuestra memoria histórica con ojo crítico, ese conjunto no olvidó la platea del futuro con piezas en el mismo formato, pero referidas a la identidad y riqueza patrimonial. Montajes suyos como “Kai Kai y Xeng Xeng Vilú”, “La tirana” o “Afrochileno” fueron imperdibles de Famfest.
Ahora, abriendo la versión número 12 de este festival, estrenó otra propuesta notable, “Foster, el observatorio del cerro Tupahue”, que debe ser su
opus 21 desde que surgió en 2000. Destinada a mayores de 10 años, en ella tres juglares modernos —entretenedores que ejecutan juegos bufos, tocan música y cantan para atrapar la atención sobre el contenido que presentan— hacen cautivante y divertido un tópico con valor cultural e histórico, y que más aún liga el teatro al saber científico, como lo han intentado recién otros proyectos escénicos.
En un escenario desnudo salvo por un pizarrón en el que se dibuja a tiza, tres músicos —una violinista, un acordeonista y un fagotista, en tenida de frac y humita como para un concierto formal y que a veces usan sus instrumentos como otros objetos— despliegan, a la manera de una aventura de rasgos novelescos e insólitos, la crónica de cómo se llegó a financiar y construir el poco recordado observatorio del cerro San Cristóbal, Tupahue, para los pueblos originarios. Primera edificación en su cumbre a principios del siglo XX, el hoy declarado Monumento Histórico Nacional fue uno de los primeros telescopios del hemisferio sur cuando toda la investigación astronómica se hacía en la mitad norte, y en su tiempo uno de los nueve telescopios más grandes del mundo. La segunda parte de los 55 minutos del relato se aboca a explicar los importantes aportes que este hizo a la ciencia astronómica, principalmente respecto de la velocidad del viaje de las estrellas en el universo, gracias al espectrógrafo con que contaba (aunque luego el avance tecnológico le hizo caer en desuso).
Por más que la exposición quiera esclarecer nociones científicas como el cálculo del movimiento de los cuerpos celestes y el efecto Doppler, puede que estos conceptos excedan la comprensión de un chico de 10 años. Pero es bueno y necesario que esto se haga cuando se habla tanto de eclipses y del primer paso del hombre en la Luna, e igual les introduce al asombro ante la maravilla inconmensurable del universo. Los ejecutantes, que lo hacen muy bien, con ángel y capacidad de juego, son rostros que no habíamos visto antes en ese grupo, lo que no representa desventaja alguna, porque de seguro quien marca el buen nivel y estilo de TTB es su director y líder, Francisco Sánchez.