Morton Vint (Jonathan Rhys-Meyers), un editor de pocos escrúpulos, se acerca a la mansión veneciana de la veterana Juliana Bordereau (Vanessa Redgrave) y su sobrina Tina (Joely Richardson) —ambas norteamericanas— con el pretexto de alquilar unos cuartos para disfrutar del jardín y dedicarse a escribir. En verdad, Vint aspira a apoderarse de los papeles que pudo dejar allí Jeffrey Aspern, el más grande poeta de su época, consagrado por la crítica y muerto en 1822.
Es sabido que Aspern tuvo un amorío con Juliana Bordereau en sus años de juventud, tantos como para que no existan testigos vivos, y a Vint le parece que una llave de acceso es la solterona Tina, bastante mayor que él, a la que se propone seducir apelando a su soledad. No desea más que los papeles. “La hipocresía es mi único camino”, confiesa ante sus amigas de la aristocracia europea.
La base de esta historia es una novela corta de Henry James, uno de los más refinados escritores estadounidenses de fines del siglo XIX. Novelas y películas tienen tan escasa relación de similitud, que con tanta frecuencia se puede hallar adaptaciones fílmicas superiores a los libros como magníficos libros completamente apestados por su deficiente conversión en imágenes.
Los papeles de Aspern está en esta segunda categoría.
El debutante cineasta francés Julien Landais parece no haber percibido nada del ambiente de reserva irremontable de los personajes, ni de su lenguaje de observación y silencios, ni mucho menos del choque de culturas entre América y Europa, precisamente los temas fundamentales de Henry James.
Incluso esto sería lícito si pudiera sustituirlos por una visión personal. En lugar de eso, llena el metraje con la especulación visual de un aficionado a los clips de modas o de bisutería, inventa unas aventuras amorosas que son ñoñería pura y ocupa el espacio sonoro con la música menos adecuada que se pueda imaginar. Es casi la película que se daría en un curso de cine y literatura para probar el peor resultado posible. Hasta cuesta imaginar por qué pudo haber obtenido el auspicio como productor ejecutivo de James Ivory, un cineasta que también lo intentó con la obra de James, aunque por lo general logró pedazos de mármol.
Y a pesar de todo, de la inconmensurable falta de talento de Landais, algo del verdadero
Los papeles de Aspern, de su historia clausurada y de esas pasiones en cenizas, se cuela por los andamios pelados que ha dejado esta pobre versión, quizá como prueba de que ni siquiera una mala película es capaz de liquidar a Henry James.
The Aspern PapersDirección: Julien Landais.
Con: Jonathan Rhys-Meyers, Joely Richardson, Vanessa Redgrave.
90 minutos.