Escuché decir este fin de semana: “Volvemos al fútbol de fin de semana, aunque sea Copa Chile”. No recuerdo bien si fue en alguna radio o en algún canal. Pero lo escuché y revela mucho.
La idea de hacer un campeonato anual distinto al Nacional es tan antigua como el fútbol profesional nuestro. Podía jugarse antes del torneo principal, paralelamente a él o durante un receso. Así es como hemos tenido un Campeonato de Apertura, un Campeonato por la Copa Polla Gol, Copa Chile en varios formatos. La Copa Chile nació a fines de los años 50, impulsada por Fernando Riera, que iniciaba la preparación del seleccionado para el Mundial del 62. Se decía entonces que en Europa todos los países tenían un torneo disputado por equipos de Primera y Segunda División. Y que debía tenerlo nuestro país para darle realce a sus dos divisiones. (Eran los tiempos en que se habla de “Torneo Oficial” por el Nacional).
El verdadero interés, desde los años 30, era completar la temporada con los pocos equipos disponibles, ya que había muchos que no tenían estadio ni hinchada ni respaldo financiero. Solo aportaban un timbre y algunas reuniones. El público siempre percibió que se trataba de torneos de relleno, sin trascendencia ni verdadera competencia entre los rivales. La cosa era solo completar un calendario demasiado amplio para la realidad de los clubes.
Dar alguna trascendencia a estos torneos ha sido el gran desafío directivo durante décadas, normalmente sin éxito.
Con este mismo objetivo se ha ido dando a la Copa Chile (que así se ha vuelto a llamar hace un tiempo), una mayor importancia dotándola de premios competitivos, como cupos para las copas internacionales que corresponden al país.
La Copa, así, ha logrado una mayor presencia, aunque no ha mejorado en absoluto la participación de nuestros equipos en aquellas copas; quizás al contrario.
Por eso se entiende el sentimiento del jugador o del comentarista citado al comienzo. “Aunque sea Copa Chile”. Es aceptada, pero no entusiasma, como nunca entusiasmó la Copa Digeder ni otros inventos. Ha mejorado el torneo, pero no tiene la trascendencia ni la popularidad ni la atracción de los torneos europeos que la inspiraron.
Se dice que muy pronto la población chilena de la tercera edad superará a los menores. De hecho, ya no sorprende encontrar ciudadanos de 100 años y más. En el fútbol el fenómeno está aún más cerca. La falta de renovación, la exportación temprana de juveniles promisorios, el retorno de chilenos y extranjeros que vuelven o vienen a terminar sus carreras al país y el desprecio por el trabajo en las series menores hacen envejecer al campeonato y rebajan el rendimiento general, afectando también al seleccionado. Que la Copa Chile, entonces, se acepte sin entusiasmo en los medios, no tiene por qué sorprendernos.