No todos parecen tenerlo claro pero tras la participación de Chile en la Copa América y de la selección femenina en el Mundial de Francia, aún queda un desafío internacional importante este 2019: el Mundial Sub 17, a jugarse entre el 26 de octubre y el 17 de noviembre en Brasil, y donde la escuadra nacional se verá las caras con Francia, Haití y Corea del Sur en la fase grupal.
Lo deseable hubiese sido que dicho torneo fuera para Chile la ratificación de un trabajo bien llevado y desarrollado a través de un proceso técnico medianamente coherente. Pero no. Esta Copa del Mundo será, como tantas otras experiencias ya vividas, una aventura a la que tendrá que apostarse arrodillados para que resulte, al menos, digna.
Y la razón es simple: a pesar de que había una casi unánime valoración al trabajo llevado a cabo por el DT Hernán Caputto, a casi cuatro meses del debut en el Mundial, se decide —o se acepta sin grandes dramas— la salida del entrenador.
Increíble. Pero para nada sorpresivo.
Y es que si a algo estamos acostumbrados en el fútbol chileno es a que casi siempre priman aspectos satelitales o de corto plazo en la toma de decisiones.
Pocas veces se piensa realmente en el desarrollo óptimo de los trabajos técnicos.
Caputto, pese a los cuestionamientos que tuvo que soportar tras la pésima actuación de Chile en el último Mundial de India Sub 17, resistió el huracán de críticas y bajo la tutela de Arturo Salah, un adalid de los procesos, pudo sobrevivir y recomponer su prestigio construyendo una nueva Sub 17. Pero no una nueva solo en nombres sino que, tal como se pudo apreciar en el Sudamericano de Lima, una regenerada en un fútbol más dinámico, mejor estructurado colectivamente y con mayor compromiso con los ideales del fútbol de ataque.
Pero ello no fue suficiente para que Caputto siguiera al mando.
Pese a que ninguna de las partes lo ha reconocido abiertamente, es obvio que no hubo la mínima consideración por parte de los encargados de tomar las determinaciones para apoyar la continuidad del trabajo.
Y no solo en el aspecto económico sino que también en el netamente de consolidación filosófica.
Caputto, a diferencia de otros encargados de selecciones menores, buscaba consolidar un cierto ideario con una mezcla de osadía y disciplina que les permitiera lograr un perfil identificatorio.
No creía el DT que el jugador joven debía distinguirse por la demostración desfachatada de sus condiciones naturales (que es lo que Héctor Robles inculcó en sus decepcionantes equipos) sino que también por su compromiso a ideales más permanentes. Más que buenos futbolistas, buenos deportistas.
Pero claro, eso no se aquilata a la hora de sentarse a conversar de condiciones económicas.
Caputto se fue a la U a ganar más, la selección Sub 17 ya tiene a Cristián Leiva sentado en la banca, y todos dicen que la vida continúa. Y a otra cosa.
Puff. Ya es hora de cambiar.