El fútbol chileno encara el segundo semestre con una certeza. Reinaldo Rueda es el entrenador de la selección nacional. En la Copa América, primera estación de cualquier proceso, el colombiano saltó la valla y a partir de ahora encarará una etapa compleja: ejecutar los cambios que el tiempo y los rendimientos obligan.
A mediados de los 90, en el viejo hotel Parinacota, entrevisté para la desaparecida revista Don Balón a Juan Carlos Oblitas, entonces entrenador de Sporting Cristal. El otrora puntero izquierdo mencionaba que una de las razones del declive de Perú en ese período obedecía a que él y su generación promediaron 12 años con la banda roja. El dato nos rebota al constatar que Mauricio Isla, Gary Medel, Gonzalo Jara y Alexis Sánchez se instalan en esa categoría luego del cuarto lugar en la Copa América. Descarto a Jean Beausejour, porque el zurdo renunció a seguir en la Roja.
Chile fue el único equipo que no presentó futbolistas Sub 23. Un antecedente complejo, porque en marzo arrancan las eliminatorias a la Copa del Mundo de 2022.
No sería extraño que en las tres fechas FIFA restantes en 2019, con seis partidos, el entrenador convoque futbolistas jóvenes para darles competencia y observarlos en desafíos de otra envergadura. Asoma necesario ese salto. El paso por Brasil, la definición de la eliminatoria a Rusia 2018 e incluso el Mundial de 2014 evidenciaron que el abanico es pequeño.
Chile posee un buen equipo, pero no un plantel. Ganar a Japón y Ecuador permitió mover la banca, dosificar con Uruguay y jugar el mejor partido del campeonato ante Colombia. Esa frescura de una semana resultó determinante, pero el equipo sintió el impacto en la semifinal ante Perú.
El nuevo escenario catapultó a Erick Pulgar. En la zaga, Paulo Díaz alcanzará un nuevo estatus si ficha en River Plate o va a la Premier League (siempre y cuando se consolide como titular). El problema mayor radica en el ataque. La dependencia de Alexis Sánchez es gigante. Si el tocopillano no gravita, el equipo carece de desequilibrio individual y aguarda la precisión e inteligencia de Charles Aránguiz para sobrevivir. Eduardo Vargas requiere el balón en posición de remate, de lo contrario se diluye. Otra opción, las irrupciones de Arturo Vidal por el lado opuesto de la maniobra, en esta ocasión no aparecieron.
La carencia de gol siempre impacta, pero más aún ahora, con la sentencia que deja la Copa América: el que anota primero, al menos empata, pero no pierde. La excepción fue Bolivia, que comenzó ganando a Perú y no resistió porque está lejos del nivel competitivo de la Conmebol.
Para el final, es necesario entender que las bravuconadas están obsoletas. Es cierto que el arbitraje de Mario Díaz de Vivar fue malo en el pleito con Argentina, pero cuando varios de los jugadores poseen más de 100 partidos internacionales, es inaceptable una reacción como la ofrecida en Sao Paulo. También es condenable la reacción de Gary Medel, quien al responder a los insultos de un grupo de hinchas argentinos no dudó en lanzar el chicle que mascaba. Así no se porta la jineta.