Ella se ve entrando a La Moneda como Presidenta y yo, la verdad sea dicha, también la veo venir, aunque de ese partido no fui, no soy ni seré, porque mi partido, como todo el mundo sabe, no es de este mundo.
Veo a Ximena en un vestido
nice-forever casual vintage de una pieza y patrón elegante, pero finalmente sencillo; con casi nada de accesorios, aros finos y apenas visibles, cero collar, dos pulseras y fuera reloj, me aburrieron.
Estoy viendo cosas, no lo puedo negar. No sé la razón.
Las veo borrosas, antiguas y melancólicas.
Ninguna parlamentaria de su partido, de este siglo o del otro, se puede vestir así y verse como ella se ve: regia. Estoy hablando, eso sí, del contexto estético de la DC, que en este aspecto es de límites evidentes y promedios inacabados.
Atento y desocupado lector, compara sin nombres propios, hazlo con la imagen general, que es la forma de no herir ni molestar a persona alguna, pero concluye con que Ximena cuenta con lo que las abuelas solicitaban: distancia y categoría.
¿Provoca envidia? No lo confirmo a ciencia cierta, lo entendería, pero no estoy para juzgar a nadie. Es más alta que la mayoría. Se tiene confianza. Escuchemos sus consejos y peticiones. En su período presidencial sacaría lo mejor de cada uno. Y eso es muy difícil de encontrar.
Veo dos capítulos de
Pinky y Cerebro, serie animada de los 90 que ya pasó de moda, y por eso pienso en Genaro y su obra cumbre y olvidada: la novela
Trotsky y la Marilyn. Y luego en Fuad, al que le suplico olvidar a los 242 y la venganza de a uno en uno, porque por esa cantidad de votos no fue senador y el destino lo colocó donde lo colocó.
Veo a Gabriel Ascencio, jefe de bancada, trepando por las quebradas y espesos bosques de Chiloé en plena luna llena. Me asusto y escapo despavorido.
Veo venir a Pablo Lorenzini y le pido una
selfie. Me desconozco y al rato no solo la borro, sino que destrozo el celular, sin duda embrujado.
Al diputado Miguel Ángel Calisto una pregunta inofensiva: “¿Qué hace un joven como tú en un partido como este? Tienes cara de PRI”.
Veo a Yasna Provoste, Francisco Huenchumilla y Jorge Pizarro, me piden que juntemos las manos y hagamos una ronda de niños, pero para jugar al corre el anillo algo nos falta.
Les prometo que nunca justifiqué el golpe de Estado, pero sí lo entendí. Yo veo una gran diferencia. No sé si ustedes.
Veo venir al fantasma de Gabriel Valdés y quiero saber: “¿Usted nació así o eso se aprende en el camino?”.
Cada vez que tomo una pala me acuerdo de las manos de Radomiro Tomic y le pregunto: “Don Rado, una vez gané con la derecha, otra vez con la izquierda, así que dígame la firme: ¿qué gané?”.
Veo a Alberto Jerez con una pintura social y sin embargo naíf, o más bien naíf y sin embargo social.
Veo a Ximena ingresando a La Moneda como Presidenta.
Creo que estoy viendo más de la cuenta.
¿Tomando más de la cuenta? También.
¿Viviendo más de la cuenta? Puede ser.
Nos falta una moneda para jugar al corre el anillo, por un portillo, pasó un chiquillo comiendo huesillos, a todos les dio, menos a mí.