No vi a nadie interesado en ver el partido por el tercer puesto de la Copa América. “Yo no lo veo”, me dijeron casi todos con los que me encontré. No sé si finalmente lo vieron o no, pero la disposición del hincha era de desagrado, de ganas de no ver nada más, como si la Copa se hubiera desvanecido después quedarse la Roja en semifinales.
Lo que pasó es que la selección de los títulos nos acostumbró a transitar por las alturas, a tutearnos con los mejores y a pelear sólo por las coronas. Nada menos que eso. Y nos va a costar acostumbrarnos a otra cosa. Y en eso estamos ahora, pensando en qué es lo que viene. ¿Volveremos a ser lo que fuimos en los últimos diez años o retrocederemos algunas décadas más? Frente a Argentina nos fuimos muy atrás en el tiempo, en fútbol y en la “aniñada” absurda de Gary Medel ante Lionel Messi. (Medel debería haberse ido solo a los vestuarios).
Por cierto, la actuación chilena en Brasil superó ampliamente todo lo hecho en el período de preparación, que era muy pobre. Por eso el entusiasmo inicial, la sensación fugaz de que seguía siendo la selección de la reciente década. Pero los rivales y la exigencia física continua nos fueron mostrando un terreno sembrado de dudas. Ni siquiera Arturo Vidal, algo lesionado, además, pudo sostener el tren de actividad que mostró inicialmente. Y Mauricio Isla, otro caso de admirable veteranía, no pudo disimular su baja. Lo mismo Jean Beausejour, que se apresuró a avisar su partida del seleccionado.
Algunos jugadores pasaron la prueba que implica una Copa América. Primero que nadie, Erick Pulgar, defensor incansable, capaz de recorrer 50 metros para bajar y recuperar 10 de ventaja. Notable. Se ha instalado en el mediocampo chileno sin oposición.
Otros no pasaron la prueba, como Gabriel Arias, que no alcanzó a producir la sensación de seguridad a la que obliga su puesto. Inseguro en las salidas, desafortunado con los pies, produjo inquietud en sus compañeros, que nunca jugaron una pelota atrás para no crear un problema. Delicado en un equipo que acostumbraba a salir jugando desde el arco.
Pero no se tuvo a Claudio Bravo. Y es difícil que se lo vuelva a tener, pues nunca fue un “siempre listo” para responder al seleccionado y ahora volvió por sus dichos torpes en el peor momento.
¿Pasó la prueba Reinaldo Rueda? Sí, pero “raspando”. Lento en los cambios, discutible en las nominaciones (¿qué hace Junior Fernandes en un seleccionado?). Naturalmente tiene que seguir al frente de este proceso, pues se está iniciando y esta Copa es sólo su primera estación. Además, estuvo en una media histórica de resultados de la selección pre-Bielsa.
Y el VAR, ¿aprobó? Hay que esperar, está en desarrollo. Pero no servirá de nada si los árbitros no lo usan, buscando arreglar el trámite de los partidos.
El que pasó todas las pruebas fue Roberto Tobar. Seguro, respetado, atinado al cobrar, sobrio. No en vano dirigió la final.¿Exageró en la segunda amarilla a Gabriel Jesús? Puede ser. Pero eso no es nada.
¿Y ahora qué? Vaya uno a saber. Optimismo no hay.