La Alameda de la Ciudad de México es un enorme rectángulo que contiene el jardín arbolado más antiguo de América, trazado en 1592. Si Su Mercé llega, impulsada por viento de cola (dicho sea con perdón) a esas partes, le aconsejaremos dos cosas y le desaconsejaremos otra.
Primer consejo. Visite, en la Avda. Hidalgo, enfrentando el centro de la Alameda, el templo de la Santa Vera Cruz y el Museo de Franz Mayer. Entrar a la iglesia aquélla y marearse es todo uno, porque el edificio está escorándose y hundiéndose en los pantanos subterráneos: entre, mire Usía hacia la plaza por las puertas abiertas, y la verá chueca y perderá el equilibrio. Pero no, la chueca es la iglesia. Que es bonita pero que, salvo la chuecura, no tiene excesivo mérito. Y el Museo, es una joya del arte barroco como pocas en el Continente: gaste en él unas tres horas y todavía no disfrutará como se debe. Segundo. Para reponerse de emociones estéticas y mareos, cruce luego al otro costado de la Alameda, y en la Avda. Juárez, casi esquina con la calle del Dr. Mora, encontrará el Hotel Sheraton y, dentro, el restorán El Cardenal. Ahí ordene delicias mexicanas como los escamoles (huevos de hormiga, del tamaño de un grano de trigo), apenas fritos con unos pocos aliños, para comer “taqueados”; michote con flor de maguey, envuelto en la tela del ágave; queso tapado con flor de calabaza, chile cuaresmeño y epazote, envuelto en hoja de plátano; róbalo con hierba santa, delicadamente anisada; salsa verde con queso y palta; y remate con un delicuescente pecho de ternera asada. Postre: helados de zapote negro y de guanábana, acompañados de pepitorias (deliciosas obleas de harina de maíz con pepitas de calabaza). Podrá gloriarse de haber probado lo más refinado que es posible comer en estas partes del mundo. Tercero. Se le desaconseja alojarse, la víspera de la fiesta de San Hipólito (13 de agosto), en hoteles de la calle del Dr. Mora, que bordea la Alameda por el Poniente, porque, en medio de la noche, desfila por ahí, con petardos, alaridos, músicas y fuegos artificiales la procesión de la “vida alegre” que va hacia la iglesia del Santo, su Patrono, sita al terminar la calle, cruzando el Paseo de la Reforma: creerá que es golpe de estado y huirá en paños menores hacia las escaleras del hotel. Pa' qué le digo el susto que pasará si no nos hace caso. Mucha cosa, la procesión de las “hijas de Eva”, pintadísimas, devotísimas, ruidosísimas…
Spaghetti alla puttanesca
Pele y troce 400 gr de tomates maduros (deseche el jugo). En aceite de oliva, sofría 2 dientes de ajo picados, agregue los tomates, harto “peperoncino” picante, 4 anchoas trozadas, 120 gr de aceitunas negras deshuesadas, 30 gr de alcaparras. Cocine ½ hora. Aliñe con esto 400 gr de spaghetti al dente. Espolvoree harto perejil picado no muy finamente.