Con poéticas palabras —manuscrito reproducido en un muro— juzgó Nemesio Antúnez la obra de Isabel Cauas, su sucesora actual en el Taller 99. Precisamente, la artista se halla hoy exhibiendo en los lucidos espacios de la Fundación Cultural de Providencia. Podría considerarse el conjunto como una verdadera lección del potencial expresivo del quehacer gráfico. Sobre papel, lino o panel de madera, ya monotipias —tipo de grabado limitado a un ejemplar único—, ya punta seca, litografía, buril, etc. —o amalgamas de estos—, dan cuenta de una maestría siempre al servicio del personal repertorio de imágenes puesto en juego. La presente y numerosa entrega transita entre lo reconocible y su alejamiento hasta territorios abstractos. Reflejos, desde luego, de una gama vasta de estados anímicos. A ello se añade un cambiante efecto atmosférico que empapa tanto las abstracciones como las síntesis de la realidad del paisaje.
Cabría comenzar el análisis de este conjunto, en su mayoría sin indicación de fechas de ejecución, por los trabajos con protagonismo figurativo. Ahí, en ausencia total del hombre, tres resultan los grandes personajes: la inmensidad de la pampa patagónica, las márgenes de lagos con la elocuencia de su vegetación cercana a la pudrición, los sencillos, los típicos arbolitos, acaso lo más característico de la autora. Ese último actor, esmirriados como sobrevivientes de un entorno adverso y, acaso, símbolo ecológico, se presentan con frecuencia rodeados por planos plenos de dinamismo y capaces de evocar ventanas, puertas, murallas, o solamente superficies indeterminadas.
En el otro extremo de lo representativo se ubican las propuestas animadas por aquellas movidas y bien compuestas sucesiones de planos, a la vez espesos y transparentes, muy vinculados unos con otros, donde se esfuma lo figurativo, consiguiendo formas significativas cuajadas de expresividad, que van más allá de cualquier asomo de lo cotidiano. A esta clase pertenece la totalidad de las vigorosas monotipias. Sin embargo, son los diez grabados en técnica mixta sobre lino, fechados en 2019, los que aportan la sorpresa dentro de lo expuesto en Providencia. De ese modo, dejan ver un cambio importante dentro de la obra de Cauas. Además de tratarse de pinturas, su dramatismo y fuerza visual parecieran apuntar hacia un norte creativo, capaz de atractivos desarrollos futuros.
Por otro lado, encontramos, asimismo, realizaciones sobre panel de madera, de nuevo carentes de fecha ejecutora. Entre estas, algunas con color permiten notar algo inexistente en el resto de lo mostrado. Son los únicos productos en los que se detecta —aunque escasos en número— cierto desnivel de calidad. Nos referimos a falta de finura lineal en detalles del elemento figurativo: “Cruzada”, “Bajo el lago”, “Campo lacustre”. Esa circunstancia no impide que, dentro del mismo sector, brillen logros tan bellos como “Orilla”, “Árbol”, Extensión”, por ejemplo.
Una decena de fotografías en blanco y negro, como siempre, y un video dan cuenta de la tiranía de las imágenes en la época contemporánea y su negación involuntaria. La dominante proliferación de lo primero impide que tendamos a enceguecernos frente a las honduras de humanidad que significa encierra cada mujer, cada hombre, que tenemos oportunidad de tratar diariamente a nuestro paso. Justamente, ante esa carencia, al mundo de los ciegos y sus limitaciones físicas, Paz Errázuriz dedica otro de sus irritados enfoques de ámbitos marginales. Lo resume muy bien el pequeño grupo fotográfico que está mostrando en Galería D21. Le bastan para manifestarlo unos pobres músicos callejeros, algún mendigo, tres viejas damas de un asilo, una juvenil pareja que se ama. La justeza del encuadre, la fuerza bien experimentada y natural del claroscuro recobran para el espectador la honda realidad interior de sus protagonistas. No obstante, es la secuencia —con bastante de cinematográfico— de diez momentos en el accionar de una joven albina que maneja su bastón plegable lo que nos parece más novedoso de la exhibición. Asimismo, resulta atractiva la filmación con color y su bien calculado sentido del tiempo cronológico. Ella aborda la interioridad del globo ocular desde el punto de vista tecnológico, realzado con imágenes abstractas, textos breves y sin dejar de homenajear a “Un perro andaluz”, el inolvidable corto surrealista.
Paisaje extendido
Isabel Cauas y un repertorio gráfico para sus estados anímicos
Lugar: Fundación Cultural de Providencia.
Fecha: Hasta el 3 de agosto.
Ojos que no ven
Ámbitos de la ceguera en manos de Paz Errázuriz
Lugar: Galería D21.
Fecha: Hasta el 1 de agosto.